Tal día como hoy del año 1879, hace 138 años, moría en Cádiz (Andalucía) el explorador Joaquim Gatell i Folch, nacido en Altafulla (Tarragonès) en 1826; y que sería el primer europeo moderno que exploraría y cartografiaría el país de los bereberes, la región montañosa del Atlas que actualmente forma parte del Estado marroquí. A mediados del siglo XIX, las potencias europeas que habían perdido sus imperios coloniales en el continente americano, fruto de los procesos independentistas, empezaron a fijar su mirada en África. Después del pionero catalán Domènec Badia Alí Bei (1767-1818), los viajes exploratorios, pretendidamente científicos, en el continente africano se multiplicaron.

En aquellos años la región del Atlas estaba inmersa en un conflicto bélico que se remontaba en el siglo anterior y que enfrentaba el imperio alauí (precedente remoto del actual Estado marroquí), entonces en pleno proceso de desintegración, con las tribus-naciones bereberes de la zona montañosa que luchaban por sacudirse el dominio de los sultanes. Los gobiernos de París y de Madrid lo observaban con atención esperando el momento para intervenir militarmente y convertir el territorio en una colonia. En aquel contexto, Gatell (Caid Ismail) por iniciativa propia, aprendió el árabe y se infiltró en el ejército del sultán, alcanzando los grados de teniente de caballería y de comandante de artillería de la guardia imperial.

Muere Joaquim Gatell. Mapa Marruecos 1860. Erhard i Bonaparte

Mapa Marruecos 1860 / Biblioteque Nationalle de France

Durante su estancia en la región del Atlas (1860-1877) llevó a cabo una intensa labor documental de recogida de datos (cuadernos de viajes, mapas) que más tarde pondría a disposición de la Sociedad Geográfica de Madrid y de la Societé Geographique de Paris, entidades científicas que acogían destacados miembros de los gobiernos español y francés, respectivamente. Poco después, sería comisionado por la, teóricamente científica, Association Internationale pour el exploration te la civilisation de la Afrique, dirigida curiosamente por el rey Leopoldo de Bélgica –colonizador del Congo– por un viaje que no llevaría a cabo, porque le sorprendió prematuramente la muerte.