Tal día como hoy del año 1274, hace 746 años, el conde-rey Jaime I concedía la carta de poblamiento de Vila-real (País Valencià), que se edificaría sobre una plana que, previamente, no había sido habitada ni urbanizada. El plano de la nueva ciudad de Vila-real representaría una auténtica revolución urbanística en el continente, que marcaría la recuperación del modelo geométrico romano (el dibujo de un perímetro cuadrangular, el trazado lineal de las calles en forma de paralelas y perpendiculares, y la disposición de las edificaciones creando islas cuadrangulares), en contraposición al modelo orgánico medieval (dibujo de las calles en función de los desniveles del terreno, de la orientación del sol y del trazado natural de los cursos de agua).

La nueva Villarreal fue acotada con una muralla que dibujaba un perímetro cuadrangular (con una puerta, centrada en el espacio, en cada una de las cuatro fachadas de la muralla). Y en su interior se trazaron dos ejes rectilíneos en forma de cruz: el vial principal de norte a sur, que dibujaba el camino de Barcelona a València y que hacía la función del cardo romano, y el vial principal de este a oeste sobre la ruta de Borriana a Onda, que hacía la función del decumano romano. En el centro de la ciudad, donde confluían las dos calles principales, se dibujó la plaza mayor (que recuperaba la idea del foro romano). El resto de la trama urbana estuvo dispuesto sobre el plano en forma de islas cuadrangulares.