Tal día como hoy del año 1238, hace 783 años, las tropas catalanas y aragonesas de Jaime I, conde independiente de Barcelona y rey de Aragón, entraban en la ciudad de València y tomaban posesión de la plaza. No obstante, el rey Zayyan de la taifa de Balansiya (el topónimo árabe de València) había capitulado la rendición el 22 de septiembre anterior, pero se había pactado un periodo de tres semanas para que la población musulmana de la ciudad abandonara la plaza. Cuando las tropas de Jaime I accedieron al interior de Balansiya, se encontraron una ciudad prácticamente vacía.

La conquista del País Valencià se había iniciado siete años antes (1231), aunque las primeras campañas militares fechaban de 1228 en la zona del Maestrazgo aragonés. En la campaña valenciana, a diferencia de la mallorquina (1229-1231), participaron todos los estamentos de poder de los dos estados que, en aquel momento, formaban la Corona. También, según las crónicas de la época, se sumaron, a título particular, caballeros originarios de la Provenza, de la península italiana y del centro de Europa, que con sus huestes particulares contribuyeron al éxito de la empresa.

No obstante, el principal contingente militar procedía de la nobleza feudal catalana. Pere d'Albalat, arzobispo de Tarragona, representó la principal contribución armada en aquella empresa, de la misma manera que Aspareg de la Barca, su predecesor en la mitra tarraconense, había sido el principal promotor de la campaña mallorquina. Eso tuvo un efecto inmediato a la hora de restaurar y adscribir la antigua diócesis valenciana. A pesar de las ruidosas pretensiones del arzobispo castellano de Toledo, el nuevo obispado de València fue adscrito al arzobispado de Tarragona.

También a la hora de asignar el reparto, los catalanes obtuvieron la máxima representación. Según el historiador Pròsper de Bofarull ―que, en el siglo XIX, recuperó y organizó el abandonado Archivo de la Corona de Aragón―, las tres cuartas partes de la ciudad fueron asignadas a los barones feudales catalanes, que emplazaron nuevos pobladores procedentes de sus dominios. También los consejos municipales catalanes que habían contribuido a la empresa obtuvieron una compensación proporcional, y sobre las torres de la ciudad se grabó la inscripción “Lleida l’ha foradada”, referida al esfuerzo inversor de la Paeria.