Tal día como hoy del año 1937, hace 84 años, en el contexto de la Guerra Civil española (1936-1939), el president Lluís Companys ―a propuesta de Josep Maria Espanya i Sirat, conseller de Governació i d’Assistència Social― firmaba un decreto que declaraba obligatoria la inoculación de la vacuna contra las fiebres del tifus. Según la prensa de la época (La Vanguardia, edición del 24/06/1937), “se declara obligatoria la vacunación antitífica en territorio catalán, y faculta al consejero de Gobernación y Asistencia Social para determinar las zonas en que ha de ser preferentemente aplicada, según las circunstancias y estado sanitario de cada localidad y para dictar todas las disposiciones complementarias para su ejecución”.

Cuando se firmó aquel decreto, las fiebres del tifus eran, todavía, una enfermedad que no había sido erradicada. De forma periódica y regular, se declaraban brotes cada verano que afectaban, principalmente, a las capas más humildes de la sociedad. Según varios estudios, España era el país europeo con la tasa histórica más elevada de casos por fiebres del tifus. A principios del siglo XX, España presentaba unas cifras del 0,47 por mil, notablemente superiores a las de los países escandinavos o de Alemania, situadas entre 0,02 y un 0,08. Según los mismos estudios, en España, la máxima incidencia histórica se había producido en el extremo suroriental de la Península (Almería y Murcia, que presentaban tasas, alrededor del 1,00 por mil).

Estos mismos estudios revelan que la lucha contra la fiebre del tifus había sido una preocupación de las autoridades sanitarias del Govern de Catalunya, desde la restauración de la institución (1931). Sería, precisamente, a partir de la implantación de las primeras medidas preventivas que la tasa histórica de Barcelona ciudad empezaría a caer (pasaría de un máximo del 2,89 por mil ―el año 1879― a un 0,22 por mil el año 1932). En aquella medida de obligatoriedad pesó, especialmente, el contexto general de guerra ―los bombardeos franquistas sobre las ciudades― que colocaban miles de personas en una situación de miseria y les convertía en posibles víctimas de la enfermedad y en posibles agentes propagadores del virus.