Tal día como hoy del año 1868, hace 151 años, se libraba la batalla del puente de Alcolea (Andalucía), entre las tropas revolucionarias –comandadas por el general Serrano–, y el ejército del reino de España –comandado por el general Pavía–. La estrepitosa derrota del ejército real precipitaría los acontecimientos: al día siguiente 30 de septiembre la reina Isabel II era destronada y obligada a abandonar el territorio español. Con el derrocamiento del régimen borbónico culminaba la Revolución de 1868 –denominada "la Gloriosa"– que había dirigido el general Delgado y se inauguraba un nueva etapa política que sería conocida como el Sexenio Democrático: el primer intento serio –en la historia española– de crear y consolidar un régimen político democrático.

El verdadero líder de aquel movimiento fue el general Joan Prim i Prats (Reus, 1814 – Madrid, 1870), que en aquellos momentos ya era la figura política más destacada de España. Una vez culminado el movimiento, Prim propuso la instauración de una monarquía parlamentaria, de un estado descentralizado y del sufragio universal directo, que tenían que transportar el estado español a la modernidad. Pero chocó contra varios frentes opositores: los republicanos y federalistas (articulados a través de las sociedades obreras y los cenáculos intelectuales), los borbónicos e, incluso, los carlistas. No obstante, conseguiría su propósito cuando las cortes españolas nombraron a Amadeo de Saboya como rey constitucional de España (1870-1873).

Prim era la auténtica alma de aquel proyecto. Tanto era así que, cuando fue asesinado (30 de diciembre de 1870) aquel proyecto quedó muy debilitado. El asesinato de Prim ha sido uno de los grandes enigmas de la historia contemporánea española. Últimamente se ha publicado que sus enemigos políticos decidieron asesinarlo cuando se filtró que estaba negociando secretamente con el gobierno norteamericano la venta de Cuba (entonces, todavía, colonia española) a cambio de un elevado importe que habría permitido enjugar la deuda pública. Según estas investigaciones el asesinato de Prim habría sido una conjura que implicaba a los terratenientes de la colonia, a los traficantes de esclavos y a algunos miembros de la familia de Isabel II.