Tal día como hoy del año 1967, hace 52 años, moría en Madrid el periodista falangista Luis Martínez de Galinsoga y de la Serna, que había sido director de La Vanguardia Española ―por imposición del régimen franquista― y que el 21 de junio de 1959, en ejercicio de su cargo, proclamó que: Todos los catalanes son una mierda”. Galinsoga pronunció aquella frase después de asistir a la misa que se oficiaba en la iglesia de Sant Ildefons, en el barrio barcelonés de la Bonanova. Según las fuentes, Galisonga protestó porque el rector había pronunciado la homilía en catalán. No satisfecho con la explicación del sacristán ―que le dijo que en aquella parroquia se oficiaban diariamente seis misas en castellano y dos en catalán―, clamó públicamente: “Todos los catalanes son una mierda”.

Pocos días después, Galinsoga le dirigía una carta al rector de la parroquia de Sant Ildefons reafirmándose en sus declaraciones. A partir del hecho, el catalanismo político y cultural en la clandestinidad impulsó una campaña de boicot al diario La Vanguardia Española pidiendo el cese de Galisonga. Durante aquella campaña, el diario perdió miles de suscriptores y de anunciados; y sus propietarios, alarmados, solicitaron al gobierno del general Franco autorización para cesar a Galinsoga. Lo que había empezado en una iglesia de barrio de Barcelona, se acabó convirtiendo en un asunto de estado. El 7 de febrero de 1960, el general Franco ordenaba cesar a Galinsoga y ponía en marcha el Operación Cataluña para mostrar la supuesta cara amable del régimen.

Galinsoga, nacido en Cartagena el año 1891, sería el paradigma de la política de control del régimen franquista sobre los medios de comunicación. El día siguiente de la ocupación franquista de Barcelona (27 de enero de 1939) el entonces ministro de Interior del gobierno rebelde de Burgos ―y reconocido falangista y filonazi― Ramón Serrano Suñer lo nombraba director de La Vanguardia Española. Durante veintiún años impuso una línea editorial que, según el historiador Javier Davara, “procuró por encima de todo españolizar la publicación, evitando el peligro de parecer regionalista”. El régimen franquista sustituyó a Galinsoga por Manuel Aznar Zubigaray, que había sido propagandista del golpe de estado militar de 1936, y que era abuelo de quien más tarde sería presidente del Gobierno José María Aznar.