Tal día como hoy del año 1946, hace 72 años, la explosión de un petardo en el paraninfo de la Universitat de Barcelona desataba un operativo policial de represión que el régimen franquista desplegaría durante semanas contra todos los profesores y los estudiantes sospechosos de simpatizar con el catalanismo político y cultural clandestinos. Aquella oleada de detenciones, interrogatorios, palizas y torturas, conocida como la "represión del petardo", estaría conducida por Bartolomé Barba Hernández, gobernador civil de Barcelona, amigo personal del dictador Franco y con un amplio historial represivo (hechos de Casas Viejas (1933), donde ordenó a la Guardia Civil "tiros a la barriga" contra los manifestantes) y un amplio historial conspirativo durante la Segunda República española.

La "represión del petardo" explica, también, el paisaje de terror que imperaba en la Universitat de Barcelona durante la posguerra. La Guerra Civil (1936-1939) y la posterior represión franquista se tradujo en la pérdida de una buena parte del profesorado. Las vacantes producidas por el conflicto —muertos, exiliados, encarcelados y depurados— fueron provistas con elementos "afectos al régimen" que, en muchas ocasiones, no tenían ni la categoría ni la calidad para ejercer la docencia universitaria. Una parte de aquel profesorado de nueva incorporación actuaron como colaboradores del aparato represor, y concretamente de la temida Brigada Político-Social, radicada en la comisaría de Via Laietana y dirigida por Eduardo Quintela Bóveda, Pedro Polo Borreguero y Antonio Juan Creix.

Estalla la represión del petardo. Fachada de la Universidad (1941). Exposición de Libro Alemán. Fuente Ayuntamiento de Barcelona

Exposición del libro alemán, fachada de la Universitat de Barcelona (1941) / Fuente: Ayuntamiento de Barcelona

La "represión del petardo" se saldó con docenas de detenciones, interrogatorios, palizas y torturas. Pero el rector de la universidad, Enrique Luño Peña, no tan sólo no protestó sino que colaboró en aquel operativo represivo. Luño Peña, profesor de la UB desde 1931, se convertiría en un claro ejemplo de aquellos docentes que hacían carrera a la sombra de la represión. Con el triunfo militar del franquismo lo habían impuesto como comisario a la Caja de Ahorros y de Pensiones y acabaría ejerciendo como director general. El año 1945 lo habían nombrado rector de la Universitat de Barcelona. Y el año 1951 sería nombrado procurador de las cortes franquistas, y a la vez sería condecorado por las autoridades del régimen dictatorial con la Orden de Alfonso X el Sabio.