Tal día como hoy del año 1907, hace 112 años, nacía en Borriana (País Valencià) Vicent Enrique i Tarancón, que en el transcurso de su vida sería obispo de Solsona y de Oviedo, arzobispo-cardenal de Toledo y de Alcalá-Madrid, y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Durante los años llamados de la Transición (1975-1978), en su calidad de líder de la Iglesia católica española, asumiría un destacado papel político en favor del cambio de régimen. Tendrían especial eco las homilías que pronunció a la muerte del dictador Franco (1975) y a la coronación del rey Juan Carlos I (1975). No obstante, poco después (1981) acabaría retirándose por razón de edad, pero principalmente decepcionado por el inmovilismo militante del sector más reaccionario de la Iglesia católica.

Enrique i Tarancón había nacido en una familia valencianohablante de pequeños propietarios agrarios. Sus años de primera juventud coincidieron con la eclosión del movimiento de recuperación cultural valenciana, que siempre formaría parte de su ideario. Fue nombrado obispo de Solsona (1945-1964) y durante su gobierno pastoral sería un obispo viajero y un protector de la lengua del país: en sus frecuentes estancias en las principales ciudades de la diócesis (Berga, Solsona, Cardona, Cervera, Tàrrega, Mollerussa), excepto en los oficios religiosos, siempre se dirigiría a su feligresía en catalán y, a pesar del durísimo escenario de persecución en la lengua catalana impuesto por el régimen franquista, a menudo promovería las tímidas manifestaciones culturales catalanas que permitían las circunstancias.

Su figura y su posicionamiento contrastaría claramente con la de otros obispos que, en la misma época, gobernaban diócesis catalanas: el obispo de Lleida, Aurelio del Pino Gómez (1947-1967), o el arzobispo de Tarragona, Benjamín de Arriba y Castro (1949-1970) ―para citar dos ejemplos―, serían destacados personajes íntimamente vinculados tanto con el régimen como con las altas instancias que gobernaban la España franquista. Pino sería, simultáneamente, obispo de Lleida y confesor personal de Carmen Polo (la esposa del dictador Franco). Y De Arriba ―también muy relacionado con las altas instancias del régimen franquista― convertiría su labor pastoral en una cruzada de blanqueo de la rebelión militar de 1936 y de proselitismo de la ideología nacional-católica.