Tal día como hoy del año 1491, hace 530 años, Fernando II, conde-rey de la corona catalano-aragonesa, asumía el mando único de la guerra que la monarquía hispánica había iniciado contra el reino nazarí de Granada. Aquella guerra se había iniciado en 1481, pero después de diez años de conflicto, el avance de las tropas hispánicas no se correspondía con el esfuerzo bélico invertido. Hasta entonces, la dirección de las armas hispánicas había estado en manos de las oligarcas militares castellanoleonesas (los duques de Cádiz y de Escalona; los condes de Tendilla, de Cifuentes, de Aguilar y de Ureña; y el gran maestro de la orden de Santiago).

En cambio, las tropas catalano-aragonesas que participaban en aquella guerra habían obtenido éxitos militares muy sonados. Jofré Gilabert de Cruïlles, almirante de Catalunya, había mantenido un efectivo bloqueo naval en el mar de Alborán, impidiendo que los reinos marinida, hafsida, y wattsida (del norte de África) acudieran al auxilio del reino nazarí de Granada. Y la infantería de marina de Galcerà de Requesens, capitán general de las Galeras de Catalunya, había conquistado las estratégicas plazas de Álora (1484), de Vélez-Màlaga (1486), de Vera (1487), de Cuevas (1487) y de Baza (1489); y la ciudad de Málaga, el principal puerto del reino nazarí (1487).

Los éxitos catalanoaragonesas, contrapuestos a las dificultades castellano-leonesas, dieron alas a Fernando para asumir el mando único. Desde aquel momento, la ofensiva hispánica tomó un ritmo vertiginoso que, en poco menos de nueve meses, llevaría a sus tropas hasta la victoria final. Las fuentes documentales revelan que en el asedio y conquista de la capital, Fernando el Católico prescindió de las oligarquías militares castellano-leonesas y fio el éxito de la operación a su talento personal y al de sus oficiales de confianza, en buena parte catalanes. Las mismas fuentes revelan que el 40% de los efectivos hispánicos en el asedio y conquista de la capital eran catalanes.