Tal día como hoy del año 1654, hace 366 años, y un año y medio después de la capitulación de Barcelona en la Guerra de los Segadores (1640-1652), los diputados y oyentes de la Generalitat enviaban una misiva oficial a Francesc Pijoan —en aquellos momento arcediano del arciprestazgo de L'Empordà— aceptando su nombramiento como presidente de la institución. Pijoan, que durante el conflicto de los Segadores había sido uno de los elementos más destacados del minoritario partido prohispánico en Catalunya, había sido nombrado diez días antes (26 de marzo) por el rey Felipe IV.

Aquel nombramiento se había hecho a propuesta de Luis de Haro, sobrino del conde-duque de Olivares (en aquel momento ministro plenipotenciario) que seis años más tarde sería uno de los negociadores en el Tratado de los Pirineos (1659) que mutilaría Catalunya. El nombramiento de Pijoan dibujaba con gran precisión el escenario político catalán después del conflicto y derrota de los Segadores. Felipe IV había aceptado la conservación del régimen foral catalán a cambio de la capitulación de Barcelona (11 de octubre de 1652) en medio de un asedio hispánico sobre la capital catalana que aventuraba un resultado incierto.

En aquel contexto, Felipe IV maniobró para reservarse (de forma totalmente ilícita) la desinsaculación (la prohibición a presentarse como candidato) de las personalidades del mayoritario partido profrancés. Esta medida, progresivamente, afectaría al resto de diputados, de tal forma que Felipe IV conseguiría monitorizar la política catalana sin tener que liquidar sus instituciones. El presidente Pau d'Ager (nombrado tres meses antes de la firma del Tratado de los Pirineos) proclamaría que: “los senyors diputats no són recullidors dels fruyts del principat, sinó recullidors dels fruyts de sa Magestat”.