Tal día como hoy del año 1870, hace 149 años, la sesión plenaria de las Cortes españolas votaba coronar a Amadeo de Saboya ―que reinaría como Amadeo I― como nuevo rey de España, en sustitución de Isabel II, que había abandonado el trono y el país después del triunfo de la Revolución Gloriosa (1868) dirigida por el general Prim. Amadeo de Saboya era hijo de Víctor Manuel II, líder de la unificación política italiana y primer rey de Italia y era nieto de cuarta generación del archiduque Carlos de Habsburgo, candidato de los catalanes al trono de la monarquía hispánica durante la Guerra de Sucesión (1705-1715). Amadeo de Saboya, cuando fue nombrado rey de España, ostentaba el título de duque de Aosta, que su padre le había concedido en su calidad de segundo en la línea sucesoria italiana.

Amadeo I fue la gran apuesta del general Joan Prim i Prats (Reus, 1814 – Madrid, 1870) ―líder del Partido Progresista y presidente del Gobierno― para conducir a España hacia la modernidad. Prim consideraba que este salto no era posible mientras la dinastía Borbón (desacreditada por grandes escándalos) continuara en el trono de Madrid, y se fijó en un príncipe de una casa real prestigiosa y moderna: los Saboya piamonteses habían liderado la unificación italiana, habían reducido el territorio y el poder de los medievales Estados Pontificios, y eran conocidos por su promoción de la cultura y de la enseñanza. Su candidatura obtuvo el voto de los partidos más progresistas y del carlismo contrario a Isabel II.

Pero el asesinato de Prim ―su gran valedor― el mismo día que desembarcaba en Cartagena para dirigirse a Madrid (30 de diciembre de 1870) convirtió su reinado efímero en una simple etapa de tráfico hacia la proclamación de la I República española (1873). Durante sus tres años de reinado, no visitó nunca Catalunya ―la fábrica de España― y no se entrevistó nunca con los industriales catalanes. Sería precisamente en Catalunya donde tendría más oposición: tanto la de los republicanos federalistas (que concentraban el voto obrero), como la de los carlistas (que veían como las expectativas de recuperar el régimen foral anterior a 1714 se desvanecían a medida que pasaba el tiempo).