Tal día como hoy del año 1111, hace 910 años, en Santiago de Compostela, Alfonso Raimundo (o Alfonso Raimúndez) era coronado rey de Galicia. Alfonso era hijo de la reina Urraca de León y de un señor de la guerra de origen francés llamado Raimundo de Borgoña, que había dirigido varias campañas leonesas de conquista y repoblación en el valle medio del río Duero. Sin embargo, poco después de la prematura muerte del mercenario, Urraca se casó de nuevo con el rey Alfonso I de Aragón y de Pamplona ―llamado el Batallador― con el objetivo de unificar todos los reinos cristianos peninsulares, excepto el condado independiente de Barcelona, gobernado en aquel momento por Ramón Berenguer III.

El matrimonio de la leonesa y el aragonés puso en pie de guerra a las oligarquías terratenientes y las jerarquías eclesiásticas gallegas, que veían en aquella unión una amenaza a la independencia de Galicia (el reino gallego había sido, hasta entonces, una entidad política independiente que, únicamente, compartía con el reino de León la figura del soberano). La ceremonia de Santiago provocó una guerra con varios frentes y múltiples alianzas que se resolvió, salomónicamente, con la coronación del rey gallego como nuevo rey de León (1126). No obstante, el rey aragonés ―padrastro del rey gallego― no aceptó esta situación y anexionó el condado leonés de Castilla a sus dominios.

Alfonso Raimundo se casó con Berenguera, hija de Ramón Berenguer III (1128). El propósito de Alfonso era destruir a su padrastro y repartir los dominios del Batallador con el conde independiente de Barcelona. Pero la inesperada muerte del rey aragonés (1134) lo hizo cambiar de planes y ocupó militarmente el valle del Ebro aragonés, Zaragoza incluida. Aquella operación afectó negativamente al acuerdo León-Barcelona, Mientras tanto, y en aquel contexto de amenaza, las oligarquías aragonesas giraron la mirada hacia el este e iniciaron la negociación de la unión dinástica con el condado independiente de Barcelona (1137), nombrando a Ramón Berenguer IV hombre principal de Aragón.

El acuerdo entre Alfonso Raimundo y Ramón Berenguer III (el reparto de la península en dos estados dirigidos desde Santiago y desde Barcelona) no se llevó nunca a cabo. Con Alfonso Raimundo, el reino de Galicia quedaría definitivamente incorporado como una entidad política diferenciada y autónoma dentro del reino de León, posteriormente dentro de la corona castellano-leonesa (1230) y, finalmente, dentro de la monarquía hispánica (1474) hasta la liquidación del Antiguo Régimen (1833). Alfonso Raimundo, que había empezado su carrera política y militar en Santiago, la acabaría en León. Y nunca más sería coronado un rey de una Galicia independiente.