Tal día como hoy del año 1516, hace 505 años, en Gante (condado independiente de Flandes), el príncipe Carlosnieto y heredero de los Reyes Católicos se autoproclamaba rey de las monarquías hispánicas. Hacía tres días que había muerto Fernando el Católico, rey de la corona catalano-aragonesa, regente de la corona castellano-leonesa (por la defunción de Isabel la Católica, 1504), y rey de la corona navarra (por usurpación a sus legítimos monarcas, 1512).

No obstante, la arquitectura foral de la monarquía hispánica, obligaba a Carlos -el primer monarca que concentraba las tres coronas sobre una misma cabeza- a celebrar cortes en cada uno de los estados de la estructura política hispánica; es decir, a negociar la contribución de estos al poder central, y a jurar sus respectivas constituciones. Por lo tanto, aquella autoproclamación, básicamente, tenía el propósito de neutralizar las aspiraciones de su hermano pequeño Fernando d'Habsburgo a reinar en la península.

Aquella autoproclamación provocó la protesta formal de las oligarquías castellano-leonesas. Según una parte de la historiografía española, aquellas oligarquías desconfiaban de un príncipe que se había criado y educado lejos de Castilla y que no hablaba castellano. Pero la realidad era bien diferente. La aristocracia castellano-leonesa que, desde 1500, había alcanzado el control político de la monarquía hispánica; temía que la cancillería flamenca (consejeros y funcionarios) del nuevo rey los desplazara del poder.

Aquella desconfianza volvió la mirada de Carlos de Gante hacia Catalunya e, incluso, valoró la posibilidad de convertir Barcelona en la capital de sus estados. Pero Carlos era un rey de ideología preabsolutista que, enseguida, chocó con la cultura política foralista y con las instituciones de gobierno catalanas. Cuando completó el desembarque de consejeros y funcionarios flamencos en la península (1518), abandonó la idea catalana y situó, definitivamente, la capital de sus estados en Toledo.