Tal día como hoy del año 1973, hace 47 años, moría en Barcelona el cardenal Benjamín Arriba y Castro, que entre 1949 y 1970 había sido arzobispo de Tarragona, y hasta 1964 —cuando el obispado de Barcelona fue elevado a la categoría de arzobispado— la máxima autoridad eclesiástica en Catalunya. Entre 1964 y 1970 conservaría esta categoría, a excepción del pequeño territorio de la nueva archidiócesis de Barcelona. Arriba y Castro, nacido en el municipio gallego de Becerreá el año 1886, forjó su carrera eclesiástica a la sombra del cardenal Arce Ochotorena, que había sido su antecesor en Tarragona propuesto por el mismo general Franco (1944-1948), y que había sido condecorado por el régimen dictatorial con la orden de Isabel la Católica (1947) “en recompensa por la lealtad a España”.​

Arriba y Castro fue, también, propuesto por el dictador Franco, y durante su etapa como máxima autoridad eclesiástica —en la totalidad o en buena parte del país— se mostraría como el alumno que sólo vivía para superar a su mentor y antecesor. En Tarragona se revelaría, en toda su dimensión, su furibunda ideología anticatalanista, antirrepublicana y antidemocrática, y se convertiría en el siniestro brazo espiritual del régimen dictatorial en Catalunya. Su gobierno pastoral —ejercido con mano de hierro recubierta con un macabro guante de seda— estuvo presidido por una obsesiva persecución a la lengua y a la cultura catalanas y por la justificación del golpe de estado militar de 1936, del mortífero conflicto civil que desencadenó y de la posterior y brutal represión política.

Nada más poner los pies en Tarragona suprimió la hoja diocesana —escrita en catalán— La Veu de la Parròquia, creada dos años antes (1948) por Ramon Muntanyola, vicario arciprestal de Montblanc. Muntanyola respondió creando la revista en catalán Ressò que se distribuiría por toda la diócesis. Hasta que, pasadas unas semanas, Arriba y Castro suprimiría, también, la publicación y confinaría a Muntanyola durante ocho años en la Casa de Ejercicios Espirituales de la Selva del Camp. Arriba y Castro presentó la dimisión en 1970, mientras el Vaticano impulsaba un relevo generacional formado por obispos jóvenes y progresistas. Fue relevado por el cardenal Josep Pont i Gol, que, entre otras cosas, promovería el retorno a Catalunya de los restos del cardenal Vidal i Barraquer, fallecido en 1943 en el exilio.