Tal día como hoy del año 1939, hace 80 años, en el contexto de las semanas inmediatamente posteriores a la ocupación franquista de Barcelona, las autoridades del régimen franquista en Catalunya constituían la Junta de Protección de Menores que, desde el primer momento, sería convertida en uno de los principales instrumentos de represión y adoctrinamiento ideológicos del franquismo. Según la nota de prensa publicada por La Vanguardia al día siguiente (edición del 1 de junio de 1939), aquella Junta estaba presidida por el “general jefe de los Servicios de Ocupación, señor Alvarez Arenas” y figuraban como miembros destacados una serie de personajes que habían sido designados por la administración de justicia, de sanidad, de enseñanza y de trabajo del régimen franquista en Catalunya.

Según un estudio de la Universidad de Zaragoza, aquella Junta ―y las que crearían justo después― tenía la misión de “amparar menores moralmente abandonados, recogiéndolos de la vía pública y proporcionándoles educación protectora y enseñanza profesional; cuidar, educar e instruir 'los llamados anormales'; vigilar el cumplimiento de la ley sobre trabajos peligrosos, la mendicidad de menores, hijos de padres y madres desconocidos; ostentar la representación legal de los menores que no la tengan; la corrección de los menores de 16 años infractores de las leyes penales, prostituidos, 'licenciosos, vagos y vagabundos' (...); estudiar las reformas necesarias en favor de los menores y divulgar los estudios relativos a la protección de menores”.

Pero la realidad sería muy diferente. Aquellos centros de internamiento fueron concebidos como centros de re-educamiento. Los hijos de familias republicanas desestructuradas por la guerra y por la represión franquista fueron internados y sometidos a un intenso adoctrinamiento: “La religión estaba presente en todos los actos de la comunidad. Teóricamente, los castigos y premios eran utilizados con cautela para mejorar el rendimiento o la actitud de algún interno, o esto es lo que quiere demostrar la dirección de estas instituciones en sus memorias. Pero lo que explican las personas que estuvieron internadas es muy diferente, hablan de la crueldad y gratuidad de los castigos. Los premios, generalmente, sólo buscaban la competitividad y las envidias entre los internos”.