Tal día como hoy del año 1840, hace 185 años, y en el contexto de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), las tropas liberales comandadas por el general Espartero derrotaban a las últimas resistencias carlistas de Morella, dirigidas por el capitán y gobernador de la plaza Pere Bertran —llamado popularmente Peret del Riu—. Una vez superadas las murallas, los liberales de Espartero se entregaron al saqueo salvaje e indiscriminado de la villa. Con la caída de Morella, los carlistas perdían uno de los bastiones más estratégicos de la parte del territorio que dominaban. Morella había sido el nexo que unía los frentes carlistas de Catalunya, de Navarra y del centro peninsular; y había sido el cuartel del general Ramon Cabrera —llamado popularmente el Tigre del Maestrat—.
Aquel enfrentamiento se había iniciado dos semanas antes, cuando las tropas liberales del general Espartero habían avanzado desde Alcanyís (Aragón) hasta el Maestrat valenciano y habían rodeado y sitiado la villa de Morella. Durante el sitio, las tropas carlistas intentaron abandonar la plaza para ahorrar a la población civil el rigor de la guerra. La noche anterior a la caída, el capitán Pere Bertran dirigió la salida camuflada de un grupo muy importante de resistentes, pero fueron descubiertos por los atacantes y los obligaron a retroceder hasta la muralla. Mientras se producía el caótico repliegue de la gente de Bertran, se rompieron las cadenas del puente levadizo y se produjo una masacre de soldados carlistas.
Pocas horas después, Pere Bertran intentaría negociar una capitulación honrosa, principalmente, para evitar el saqueo de la villa y las agresiones de todo tipo contra la población civil (especialmente contra las mujeres, que eran el colectivo que más sufría este rigor bélico). Pero el sanguinario general Espartero solo aceptaría la derrota carlista por las armas y los liberales entrarían en Morella a sangre y fuego. Tres años más tarde (1843) —durante los alborotos de protesta contra la ley española que amenazaba la viabilidad de la industria textil catalana—, el general Espartero ordenaría el bombardeo indiscriminado de Barcelona y proclamaría que “por el bien de España, hay que bombardear Barcelona una vez cada cincuenta años”.