La carta enviada este sábado por el presidente de EE. UU., Donald Trump, a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, amenazando nuevamente con la imposición de aranceles del 30% a los productos de la UE a partir del 1 de agosto, no solo es un jarro de agua fría para los tecnócratas de Bruselas que, en las últimas fechas, habían ido realizando diferentes conjeturas sobre un probable acuerdo. Es, además, una prueba de las políticas desestabilizadoras norteamericanas desde que Trump regresó a la Casa Blanca con cualquier zona comercial del planeta, en este caso, la tercera economía más grande del mundo. La circunspecta respuesta de Von der Leyen, apelando a la negociación en las pocas semanas que restan para el mes de agosto, no sé si será suficiente para la tiranía de Trump con el tema arancelario que, de llegarse a aplicar, tendrá consecuencias para la economía de la UE.
Trump ha enviado una carta a la CE que es todo menos diplomática. En esencia viene a decir que eso es lo que hay para equilibrar y avanzar en un comercio más justo. Recuerda su invitación a las empresas de la UE para construir o fabricar productos dentro de los Estados Unidos, con la contrapartida de que no tendrán entonces arancel alguno, y exige a la UE que permita acceso completo y abierto al mercado estadounidense, sin que se le cobre arancel alguno. También lanza una amenaza nada velada por si los 27 intentan desacatar su instrucción: Si por alguna razón decides aumentar tus aranceles y tomar represalias, entonces cualquiera que sea el número que elijas para aumentarlos se agregará al 30% que cobramos. Vamos, la posición de Trump está clara, se hará sí o sí. Un aviso ante las contramedidas que Bruselas tiene preparadas.
La posición de Trump está clara, se hará sí o sí. Un aviso ante las contramedidas que Bruselas tiene preparadas
Desde principios de la semana pasada, Trump ha enviado cartas a una veintena de países fijando la nueva posición arancelaria de EE. UU., uno de sus grandes argumentos de campaña en las pasadas elecciones presidenciales de noviembre, que lo llevaron a la Casa Blanca con un resultado apabullante frente a la demócrata Kamala Harris. En estos casi seis meses en la Casa Blanca, Trump ha amenazado, retirado y vuelto a amenazar con los aranceles. Ahora parece difícil —aunque nada es imposible, ya que es imprevisible— un nuevo paso atrás. Los sectores europeos más afectados serían el de los productos farmacéuticos, la maquinaria y la tecnología, los productos agrícolas y alimentarios, así como la exportación de vehículos europeos, especialmente alemanes.
Aunque el comisario de Comercio de la CE, el eslovaco Maroš Šefčovič, y el conjunto de la Comisión esperaba hasta mediados de semana que la posición de Trump fuera mucho menos agresiva y situara los aranceles con la UE en el 10%, la tasa final es toda una provocación. La duda es el margen de respuesta que puede producirse con intereses tan abismales entre los 27 socios comunitarios. Es obvio que Trump trata de desintegrar las leyes de comercio mundial por las que se han regido Estados Unidos y sus socios en las últimas décadas. Ahora quiere implementar una especie de tabla rasa confiando que podrá imponer la ley del más fuerte en todo: desde los aranceles a la OTAN o desde el conflicto Rusia-Ucrania hasta China. El resultado dista de ser el esperado para la Casa Blanca: muchos conflictos pero pocas victorias.