Aunque Toni Cruz, que este viernes ha muerto a la edad de 78 años, fue un personaje polifacético, para una determinada generación, fue ante todo uno de los miembros de La Trinca, aquel grupo musical catalán que en los años 70 fue capaz de crear un género artístico muy particular, que en tono de humor mezclaba la crítica social, los anhelos catalanistas del país y descuartizaba con la ironía el tardofranquismo y la larga dictadura. Es verdad que en la Nova Cançó estaban como banderín de protesta Raimon y Lluís Llach, junto a figuras como Joan Manuel Serrat, Ovidi Montllor, Pere Tàpias o Pau Riba. Pero ese movimiento hubiera sido incompleto sin un grupo como La Trinca, que con una ironía inteligente puso música a un estilo de sátira política, aún hoy, muy propia de Catalunya. Sus canciones les permitieron alcanzar cotas de popularidad impensables e incorporar a un discurso sobre la catalanidad a decenas si no cientos de miles de catalanes.
Como en tantas cosas, en estos últimos tiempos, Catalunya se caracteriza por ser el país del olvido. Sin independencia, casi sin nación y con poca memoria de nuestro pasado. ¿Quién sabe hoy qué fue La Trinca? ¿Quién recordará su huella en la cultura popular catalana? Muchos de nosotros los recordamos a los tres haciendo bolos por las fiestas mayores de nuestro país. Toni Cruz, Josep Maria Mainat y Miquel Àngel Pascual, junto a Guillermina Motta en alguno de sus espectáculos para todos los públicos, donde la gente aplaudía canciones como La Faixa y estrofas tan revolucionarias como "Companys, la faixa, ens oprimeix i ens domina, cal cremar totes les faixes i els faixistes de propina". Estamos hablando de 1976, mientras los grises aporreaban manifestantes que reclamaban libertad y amnistía por las calles de Barcelona.
Las canciones de La Trinca les permitieron alcanzar cotas de popularidad impensables e incorporar a un discurso sobre la catalanidad a cientos de miles de catalanes
La Trinca hizo eso y mucho más. En Coses de l'idioma, las tribulaciones de un senyor petit i eixerit de Santa Coloma en Madrid sirven de excusa para reivindicar expresiones catalanas, imposibles de trasladar en su literalidad a la lengua castellana; en Botifarra de Pagès, la victoria del Barça sobre el Bernabéu en 1974 y las reverencias a las piernas de Johan Cruyff, concluyen sentenciando sin ambages: "L'any que ve no farem riure. Visca Catalunya Lliure, visca el Barça i en Montal. Catalanistes desfogueu-vos / que ara es pot gràcies al futbol!". La gente coreaba, entre risas, canciones sobre el Barça y la lengua mientras, sin proponérselo, defendían un sentimiento de nación.
Seguramente, una de sus canciones más famosas fue la que compusieron con motivo del golpe de Estado del 23-F, al ritmo de la Danza del sable, dibujando con cuatro estrofas uno de los episodios más inquietantes vividos en la Transición y diseccionaban sus consecuencias con un bisturí de sorprendente precisión: "Fins i tot els més escèptics, tots cridaven Viva España i viva la Constitución, mira per on; i visca el Rei, ves quin remei". Fueron unos años en que, efectivamente, parecía que el franquismo había desaparecido para siempre y ahora sabemos que solo estaba en silencio, esperando pacientemente su momento.
Tampoco nos engañemos, algunas de sus canciones no pasarían hoy el filtro de lo políticamente correcto y provocarían más de un gesto de disgusto. Es lo que tiene la sátira. Y el tiempo. Pero está claro que de la mano de La Trinca, aquella crítica política reprimida con furia durante tanto tiempo se extendió entre todo tipo de públicos y abrió camino a un anhelo de libertad que también se podía expresar a través del humor. Que la terra et sigui lleu, Toni Cruz.