Las dos juntas de accionistas que ha convocado el Banc Sabadell para el próximo miércoles, en las que primero se tiene que aprobar la venta de su filial TBS al Santander y más tarde el reparto del macrodividendo de 2.500 millones de euros, procedentes de la venta de la filial británica a un precio de 3.100 millones, van a ser decisivas para conocer si el BBVA da un paso atrás en la OPA hostil que lanzó hace ya quince meses a la entidad financiera catalana o mantiene la posición, aunque cada vez más se ciernan nuevos nubarrones. A estas alturas, nadie duda que las dos juntas de accionistas del Sabadell se resolverán de modo satisfactorio para los intereses del banco vallesano, que ha jugado con astucia sus peones, planteando su presidente, Josep Oliu, el máximo de trabas para que el BBVA se saliera con la suya.

Es evidente que el hundimiento de la prima desde el 30% que ofrecía el BBVA al inicio de la operación hasta el 9,73% negativo con la que cerró el mercado este viernes tiene que ser desalentador para el banco vasco. Se entiende así que su consejero delegado, el turco Onur Genç, abriera el pasado jueves la puerta a retirar la OPA en pleno agosto. Sin embargo, sus palabras deben ser medidas con prudencia, ya que su posición no es exactamente la misma que la del presidente, Carlos Torres, ni tampoco se están jugando lo mismo. Fuentes conocedoras de los entresijos del BBVA sitúan a Genç y al exgobernador del Banco de España Jaime Caruana, actualmente consejero independiente del banco, en una posición mucho más reacia a mantenerse en la lucha por el Sabadell a cualquier precio.

En la entidad vallesana se respira una cierta tranquilidad, conscientes de que han salido de aquel entorno inicial desfavorable

El primer escollo del banco comprador es que necesita hacer más atractiva su oferta y siempre ha dicho que no iba a cambiar sus condiciones. Al menos, necesitaría poner una cifra parecida a la que el Sabadell va a destinar a dividendos tras la venta de TBS. Esa cantidad no le asegura que la OPA salga adelante, pero la haría más creíble en el mercado para inversores particulares y los grandes fondos de inversión. En la entidad vallesana se respira una cierta tranquilidad, conscientes de que han salido de aquel entorno inicial desfavorable y han movido sus fichas hacia un terreno más propicio. Primero, fue el traslado de la sede a Barcelona; después, encontrar las complicidades para sensibilizar al gobierno español de que debía subir el listón de la CNMC que autorizó la OPA con la condición de mantener personalidad jurídica propia, patrimonios separados y autonomía de gestión durante, al menos, tres años, con la posibilidad de llegar a ser cinco.

Y en medio de todo ello, el impulso de la acción, que ha subido, desde la presentación de la OPA, un 70%, mientras que en el mismo plazo de quince meses, la del BBVA se ha movido en un incremento de alrededor del 30%. En cualquier caso, todo el mundo es consciente de que estamos en una auténtica batalla de nervios entre las dos entidades, en que nadie ha dicho su última palabra, ni ha hecho su última oferta. Agosto no será un mes cualquiera en el pulso que mantienen. Si hacemos caso a analistas y fondos de inversiones, será el preludio de la batalla definitiva que se abrirá a partir de septiembre si el BBVA se mantiene en la partida.