Acaba de declarar Pedro Sánchez que, le pese a quien le pese, hay gobierno para rato y que la legislatura va a durar cuatro años. Está bien como declaración de intenciones: sacar pecho aunque tus adversarios te hayan sacado la amnistía que no querías dar y que asegurabas que era inconstitucional aún no hace nueve escasos meses. Es obvio que tiene bien ganados todos los calificativos que le definen, desde superviviente a resiliente, porque la ley de amnistía, que ya veremos qué harán los jueces, políticamente es un reconocimiento de culpa del legislativo español en nombre de los partidos y la sociedad de lo que ha acontecido durante estos años con el independentismo catalán.

Dicho lo dicho, y sin querer restar valor a las palabras de Pedro Sánchez, ciertamente hay que ser muy visionario para atisbar una legislatura longeva. Quizás con la amnistía ya ha visto que está en la Moncloa pero sentado encima de un barril de pólvora. Es muy posible que si José Luis Rodríguez Zapatero no hubiera cogido las riendas de la negociación con los independentistas y usado toda su influencia en unos y autoridad en otros, hoy habláramos de una legislatura agonizando. No es esa, ciertamente, la situación actual, pero las desconfianzas siguen vivas y, lo que es más grave para el PSOE, la sospecha de corrupción está agrietando la organización y causando un fuerte desánimo en las filas socialistas.

Le va a costar al PSOE poner un cortafuegos a algo tan a flor de piel para la ciudadanía como es el hecho de que un grupo de vivales hicieran negocios con la pandemia. Hasta la fecha ha llegado hasta José Luis Ábalos, que no es ni mucho menos un cualquiera y que tiene una biografía política al lado de Sánchez que le ha hecho ser ministro del poderoso departamento de obra pública y número tres del PSOE como secretario de organización. Si Ábalos contiene la sangría de cosas que pueden ir saliendo, es posible que se aminore el impacto político. Pero no es seguro que quiera comerse el marrón en solitario y la experiencia demuestra que más pronto que tarde la onda expansiva acaba ampliándose.

La ley de amnistía es un reconocimiento de culpa del legislativo español en nombre de los partidos y la sociedad de lo que ha acontecido durante estos años con el independentismo catalán

Es cierto que muchas veces la mejor defensa es un buen ataque. En este sentido, aunque suene a arrogante, que vaticine una legislatura de cuatro años para poner de los nervios al Partido Popular, el hecho de que se haya puesto encima de la mesa por parte de Feijóo una acusación directa a la mujer de Sánchez por el caso de Air Europa y las ayudas recibidas, es una foto precisa del aire que va a tener la legislatura. No se van a escatimar resortes para desgastar al adversario y nada ni nadie va a quedar protegido. Por ahora, el independentismo no lleva en sus espaldas el peso de la legislatura española, ya que la amnistía le ha servido de salvoconducto.

La cuestión es, ¿a partir de ahora, qué? ¿Qué tipo de negociación encaran unos y otros con los presupuestos? Un proyecto que debería ser presentado en breve, tramitado en el Congreso y aprobado antes de las elecciones europeas. Pero ¿está preparado el PSOE para una nueva negociación y las concesiones que va a tener que hacer? ¿Están preparados los independentistas para que no les vendan gato por liebre?