La decisión del consistorio barcelonés de romper relaciones con Israel y su hermandad con la ciudad de Tel Aviv es un error político impropio de una gran ciudad como Barcelona. Hay muchas maneras de denunciar las atrocidades que vemos a diario en el territorio de Gaza y de hacer evidente la acusación pública de lo que allí sucede. Pero en política siempre es mejor estar que abandonar la posición, convencer a la opinión pública que quedarte sin voz o persistir en la demanda de la paz que borrarte de ser un actor, aunque sea pequeño, en la solución. La incomodidad con el gobierno de Benjamin Netanyahu se puede expresar de muchas maneras, pero el hecho de adoptar una posición tan drástica te aleja de la centralidad y de poder tener papel alguno a través, por ejemplo, de la Unión por el Mediterráneo, que tiene su sede en Barcelona.
El acuerdo incluye, además, trasladar a la Fira de Barcelona que no haya pabellones del país hebreo o empresas que se lucren con la guerra en Palestina; implementar cláusulas contractuales, tanto en contratos públicos como en empresas municipales del Ayuntamiento de Barcelona, para que deje de trabajar con empresas implicadas en casos de vulneración de derechos humanos. También se quiere que el puerto de Barcelona adopte medidas para impedir que barcos involucrados en el transporte de armas a Israel puedan hacer parada en la capital catalana. El Ayuntamiento de Barcelona se ha enmendado a sí mismo, ya que una de las primeras decisiones del alcalde Jaume Collboni al llegar al cargo fue dejar sin efecto la suspensión de relaciones aprobada por el anterior gobierno de Ada Colau.
El Ayuntamiento de Barcelona se ha enmendado a sí mismo, ya que una de las primeras decisiones del alcalde Jaume Collboni al llegar al cargo fue dejar sin efecto la suspensión de relaciones aprobada por el anterior gobierno de Ada Colau
Quizás no sea casualidad que empiece a sobrevolar por la ciudad, cada vez con más fuerza, que el retorno a la primera línea política de Colau no es una mera hipótesis, sino algo muy probable. Ello podría explicar que el equipo de Jaume Collboni, que se ha manejado hasta la fecha con una comodidad evidente tras la retirada de Xavier Trias y la exalcaldesa de los comunes, haya empezado a blindar su frontera con la izquierda para impedir fugas hacia Colau. Muy probablemente, sin este temor no hubiera estado en la agenda del último pleno municipal, ya que con una declaración contundente hubiera sido suficiente.
Porque, en estos momentos, es verdad que una cuarentena de países han roto relaciones con Israel, pero se encuentran en América Latina, África, Medio Oriente o en Asia. Ningún país de la Unión Europea ha roto completamente las relaciones diplomáticas con Israel. Eso no ha ahorrado a muchos la crítica, como es el caso de España, Bélgica o Irlanda. El reciente bloqueo de Netanyahu a la ayuda humanitaria y la entrada de alimentos en Gaza ha desembocado en que hasta 17 países de la UE sean partidarios de retirar el apoyo al país hebreo, como medida de presión. También son partidarios de medidas más rotundas en el marco que regula la relación bilateral. Pero no hay el necesario consenso para una iniciativa así. El terreno de juego de la política internacional si no eres Trump no da para titulares de ruptura y todo precisa un tiempo de cocción. A veces lento, pero muy europeo.