El Partido Popular empieza a demostrar en el País Valencià que no es oveja, sino lobo, como pretende hacernos creer. Detrás de las palabras edulcoradas de Alberto Núñez Feijóo en esta campaña electoral cada vez que ha viajado a Catalunya, está la cruda realidad, y este jueves hemos tenido un anuncio de lo que pretende hacer con el tema de la lengua valenciana en las aulas. Así, el nuevo conseller de Educació del gobierno valenciano, el popular José Antonio Rovira, ha anunciado que eliminará la obligatoriedad del 25% de valenciano como lengua vehicular para el alumnado que haya pedido no cursar la asignatura en concreto. Y para ello iniciará inmediatamente toda la tramitación legal necesaria en las Cortes Valencianas para modificar la ley de plurilingüismo aprobada en 2018 por el gobierno del Botànic que encabezaba el socialista Ximo Puig y conformaban el PSPV, Compromís y Unidas Podemos.
Así, en ocho comarcas en las que el valenciano es en la actualidad testimonial o bien residual y se pretendía darle un impulso —el Alto Palancia (Castellón), la Plana de Utiel, el Rincón de Ademuz, la Hoya de Buñol, el Valle de Ayora, Los Serranos y el Canal de Navarrés (Valencia) y el Bajo Segura (Alicante)— se volverá a la situación anterior. Poco parece importarle al conseller de Educació que se dé la paradoja de que sí que recibirán educación en inglés, por ejemplo, y se pasará del trilingüismo —castellano, valenciano e inglés— a un bilingüismo sin contar con la lengua que también es propia de la comunidad.
Veremos qué acaba pasando en las escuelas del resto del País Valencià, pero la aproximación de José Antonio Rovira no presagia nada bueno. El desconocimiento de la lengua no puede ser un motivo desincentivador de su aprendizaje si se pretende tener una política lingüística coherente. Sería, trasladado a Catalunya, comparable a aplicar dos modelos educativos en función de que en una comarca se hable más o menos el catalán. Y, además, incentivar su eliminación si se habla poco. Con las elecciones españolas a la vuelta de la esquina el próximo 23 de julio, lo que sucede tan cerca de nosotros y en una cuestión tan esencial para la identidad del país no puede ser una cuestión menor.
El objetivo nada oculto de desnacionalizar Catalunya, eliminando o reduciendo sus señas de identidad, es una vieja aspiración de la derecha española. Ciudadanos nació, en parte, para ello y si algo hizo con ahínco desde el primer momento fue ir contra el catalán. Hoy, la formación naranja ya no existe, pero de aquel fuego quedan aún cenizas que tratan de aprovechar convenientemente los populares para no dejar ningún espacio a Vox. Las derechas han visto en el tema de la lengua una batalla que piensan llevar hasta el final y es importante que en esta cuestión se restablezcan consensos más allá de los partidos independentistas. La lengua catalana como patrimonio colectivo, símbolo de la nación catalana y señal de pervivencia del país. Son normas muy básicas, pero que habrá que recuperar de trincheras de antaño si no queremos que el catalán acabe siendo una lengua aún más vejada por el gobierno español que en la actualidad. Porque ahora es el PP, pero si el PSOE hubiera hecho los deberes que se comprometió, toda la andanada popular sería mucho más difícil.