La decisión de Junts per Catalunya de no sustituir a Laura Borràs en la presidencia del Parlament, una vez la Mesa de la Cambra ha decidido apartarla del cargo tras la apertura de juicio oral, carece de lógica política. Como cuesta entender cuál es la estrategia de Junts al pedir a la Mesa que reconsidere la suspensión de Borràs el primer día en que empieza el período hábil después de dos semanas de vacaciones. En política, el cargo que uno no ocupa lo ocupa otro. Nunca queda vacío. Y así, en la presentación del Parlament en los actos de homenaje a las víctimas de los atentados del 17-A estará presente en representación de la institución, la segunda de Catalunya, Assumpta Escarp, vicepresidenta segunda de la Cámara legislativa y diputada del PSC.

Tenía la impresión que el período veraniego serviría para enfriar esta cuestión y encontrar una solución para que a Junts no le volviera a ocurrir como en el caso de Quim Torra, que tuvo que dejar la presidencia de la Generalitat por el absurdo caso de colocar una pancarta en el balcón de la plaça de Sant Jaume en defensa de los presos políticos. La decisión de TSJC fue extemporánea y la inhabilitación del Supremo, una ingerencia política. Pero el resultado fue el que fue y eso y muchos otros errores hicieron que Junts pasara de la segunda posición en las elecciones de 2017 —pero el primer lugar entre las formaciones independentistas— a la tercera en febrero de 2021 —y el segundo partido independentista, tras ERC—.

Nada aprendió Junts de aquel episodio anterior que ahora, en un caso en que hay una grave acusación de corrupción de por medio contra Laura Borràs, la estrategia intenta ser la misma: dejar vacía la silla, esperando un apoyo ciudadano masivo que no se producirá. Ya se vio en la convocatoria ciudadana que se celebró en el Parlament, o en el silencio de los consellers de la Generalitat o de la mayoría del grupo parlamentario o de la ejecutiva. Solo hace falta darse una vuelta por el territorio para ver la desconexión del electorado independentista con los partidos que lo representan y, en el caso de los cuadros de Junts, la enorme preocupación por estabilizar el partido con las elecciones municipales a la vuelta de la esquina. La candidatura de Xavier Trias a la alcaldía de Barcelona, muy asentada a principios de agosto, solo puede entrar en crisis si el ruido permanente no desaparece de la organización.

Un último tema: el abogado Gonzalo Boye, que ha liderado junto a otros letrados internacionales una estrategia inteligente en Europa de defensa de los independentistas, ha conseguido poner en un brete al Estado español. Comparar aquella situación del president y de los consellers en el exilio con el caso de Borràs es casi un salto al vacío. Mucho me temo que no va a dar el mismo resultado, ya que una causa —aquella con Boye— y otra —esta sin Boye— no se parecen en nada.