La primera lección de todas las crisis que causan una enorme preocupación en la ciudadanía —sean sanitarias, como con el COVID en 2020 o ahora con la peste porcina africana (PPA), que después de más de tres décadas ha resurgido con fuerza en Collserola y que la experiencia enseña que en otras ocasiones ha sido devastadora para el sector ganadero— es la prudencia. Máxima prudencia con lo que se dice. Una información transparente, explicada por expertos preferentemente, y que no vaya más allá de lo que sea una certeza científica. Estaremos de acuerdo todos en que no hay que dar pábulo a los rumores, pero tampoco descartar posibilidades si pueden acabar siendo ciertas.

Es verdad que es una enfermedad que no afecta al ser humano, pero ya estamos viendo las consecuencias económicas y laborales que la peste porcina está teniendo. Y no sabemos aun si estamos al principio o, por el contrario, el foco infeccioso está controlado y no hemos de temer la expansión fuera de la primera corona de 12 municipios —hasta la fecha, todos los jabalíes infectados que han dado positivo se encuentran en esta área— y de la segunda corona que ha instado la Unión Europa y que afecta a 91 municipios y ocho comarcas de Catalunya. Las granjas de estas ocho comarcas ya tienen la primera afectación, ya que no podrán exportar carne de cerdo, al menos, hasta el 28 de febrero de 2026. Se empiezan a conocer expedientes de regulación de empleo y caídas en las ventas de productos alimentarios relacionados con el cerdo. Y eso irá a más.

Este viernes hemos sabido que el Ministerio de Agricultura investigaba si el origen del brote de la peste porcina era una fuga de un laboratorio

Que no se engañe la Administración: la credibilidad de la política no atraviesa sus mejores momentos y, por si acaso, cambia, aunque sea provisionalmente, algunos de sus hábitos alimentarios. Este viernes hemos sabido que el Ministerio de Agricultura investigaba si el origen del brote de la peste porcina era una fuga de un laboratorio, ya que un informe concluye que es muy similar a la cepa de un virus que se detectó en Georgia en 2007. Una hipótesis muy diferente a la del bocadillo contaminado, que, hasta la fecha, había dado por válida y como muy probable la Generalitat. Con la nueva información del Ministerio, el Departament d'Agricultura ha abierto un expediente informativo y ha avisado a los Mossos para que investiguen esta nueva hipótesis.

Ha hecho bien el conseller Òscar Ordeig en dar un paso atrás y asegurar que el Govern ni descarta ni afirma nada, ya que, como el mismo reconoce, falta mucha información y hay que aclarar muchas dudas. Ese era, sin duda, un buen camino desde el principio. Entre otras cosas porque la Administración autonómica ha llegado tarde en la lucha contra la peste porcina africana y estaba advertida de los riesgos de la expansión de los jabalíes —se calcula que en Catalunya hay más de 200.000 ejemplares— por el sector desde hace años y por el propio Ministerio desde 2024. La investigación informativa de los Mossos se va a dirigir, en principio, sobre el laboratorio IRTA-CReSA, un centro de excelencia y prestigio internacional adscrito a la Conselleria d'Agricultura i Ramaderia, situado en el campus de Bellaterra de la UAB, que realiza la investigación en sanidad animal que se centra en mejorar la salud pública y animal mediante investigación científica en enfermedades.

Todo ello, cuando se han encontrado otros dos jabalíes muertos y, en este caso, justo en el límite del primer perímetro de 12 municipios. Una situación que preocupa a la Generalitat, que ya evalúa la posibilidad de establecer una tercera área de seguridad por encima de los 91 municipios de la segunda corona que existe actualmente y que abarca 20 kilómetros. Mientras tanto, a ver si este fin de semana hay la máxima concienciación ciudadana y se evita la circulación de personas por las áreas afectadas y que ha sido prohibida.