Una de las cosas que no se le puede negar a Pedro Sánchez es que de la nada saca petroleo. Lo ha vuelto a hacer este domingo dejando abierta la posibilidad de que este mes de julio se reúna la mesa de negociación entre España y Catalunya que debe abordar el conflicto político planteado y que tan solo se ha reunido una vez, el pasado mes de septiembre. No hay dos culpables de que solo se haya reunido una vez cuando en principio el acuerdo es que serían reuniones mensuales y a la vista del inmovilismo del gobierno español este plazo se amplió y se acordó encontrarse los dos gobiernos el pasado mes de enero y nunca más se han vuelto a ver las caras.

Sea como sea, a Pedro Sánchez hay que verle el farol y si quiere una reunión de la mesa de negociación —que él entiende de diálogo— hay que celebrarla siempre que no sea para abordar cuestiones autonómicas, que para eso ya hay múltiples foros políticos entre los dos gobiernos y numerosas comisiones bilaterales. Vale la pena rebobinar: la iniciativa política de la mesa de negociación debía abordar tres puntos: la amnistía, un referéndum acordado de autodeterminación y acabar con la represión. De hecho, la consellera d'Acció Exterior, Victòria Alsina, ya propuso la semana pasada que el denominado informe Cilevics, que critica al estado español por la represión que sigue manteniendo contra el independentismo, se tendría que abordar en la mesa de negociación para que el estado español siguiera las recomendaciones que allí se le hacen.

Respecto a la segunda petición que hace Sánchez en la entrevista, que Junts se sume a esta mesa de negociación, hay que recordar que si la formación de Carles Puigdemont no se ha incorporado es consecuencia de que dos de los miembros que propuso, Jordi Sànchez y Jordi Turull, tienen la condición de presos políticos —los otros dos eran el vicepresidente Jordi Puigneró y la portavoz en el Congreso, Miriam Noguera—, algo que no aceptaba el president Pere Aragonès, que solo quería miembros del Govern, y que tampoco era del agrado del palacio de La Moncloa. Junts tendría que hacer un movimiento, aceptar el envite de Pedro Sánchez, aunque sea en principio un gesto inútil, y plantear a Esquerra que le acepte los nombres que en su día fueron vetados.

Ha pasado suficiente tiempo de cuando se produjo el debate sobre la idoneidad de los miembros como para que ambos partidos lo vuelvan a abordar y, quien sabe, si incluso Oriol Junqueras querría sumarse para dar mayor potencia política a la parte negociadora de Esquerra. En cualquier caso, el president Aragonès gana musculatura incorporando la delegación de Junts, a diferencia de ahora, que es solo de su partido. Y pasaría toda la presión a Pedro Sánchez: porque no tengo ninguna duda que el inquilino de la Moncloa, agobiado por unos resultados electorales cada vez peores y unas encuestas a la baja, se ha marcado un farol. Pues vayamos a verlo.