Realmente es poco importante el tiempo transcurrido de las tropelías que estamos conociendo de Cristóbal Montoro. A los que apuntan que no es exactamente igual que un ministro de Hacienda en el gobierno de Mariano Rajoy utilizara el cargo para su enriquecimiento personal hace ahora más de siete años, el tiempo que hace que el PP perdió el gobierno por una moción de censura, con la corrupción que azota al PSOE, con un secretario de organización en la prisión, su antecesor también imputado y un reguero de casos en los que aparecen dirigentes y familiares de Pedro Sánchez, como su mujer y su hermano, hay que frenarlos afirmando que el caso de Montoro es enormemente grave. Por ser un cargo tan importante como el ministro de Hacienda, primero con José María Aznar y más tarde con Rajoy, en total once años, y por la fanfarronería con la que trataba a adversarios políticos y a medios de comunicación con los que tenía problemas por las informaciones que publicaban y que no eran de su agrado.

El llamado caso Montoro simboliza uno de los episodios más graves de instrumentalización política de la administración tributaria en democracia. Con la información de la que ya disponemos, a partir de la investigación llevada a cabo por un juzgado de Tarragona, bajo su segundo pase por el ministerio de Hacienda se consolidó una arquitectura operativa dentro de la Agencia Tributaria que, más allá de la legalidad formal, se utilizó para fines estratégicos del poder ejecutivo: desde el control financiero de la Generalitat hasta la filtración de datos fiscales de determinados adversarios políticos o actores, digamos, incómodos. Uno de los aspectos más alarmantes fue la revelación, a través de medios afines al Gobierno, de datos tributarios de personas concretas sin cobertura judicial ni amparo constitucional. El resultado fue que se erosionó gravemente el principio de confidencialidad fiscal y se puso al Estado al servicio del chantaje político.

El llamado caso Montoro simboliza uno de los episodios más graves de instrumentalización política de la administración tributaria en democracia

Este patrón se utilizó profusamente y, de manera notable, con personalidades del entorno independentista. Así, la publicación de datos sobre inspecciones o supuestas irregularidades tributarias no solo buscaban erosionar la credibilidad pública de sus objetivos, sino que se convertía en un arma de deslegitimación política, con claros rasgos de lawfare fiscal. Lo grave es que estas prácticas siguieron con Sánchez en el gobierno y las estructuras construidas por Montoro se mantuvieron. Así se han ido produciendo durante estos años filtraciones de información fiscal del entorno de líderes independentistas catalanes, como parte de una estrategia de presión no judicial. Expedientes en curso eran utilizados como mecanismo político de desgaste y la constatación ha sido un uso partidista de Hacienda con objetivos a veces distintos, pero con una lógica operativa análoga.

A lo mejor el problema de todo ello también tiene que ver con la estructura de poder instalada en Hacienda, que opera con una lógica autónoma y autorreferencial, y el aparato fiscal del Estado ha sido capturado como instrumento de poder. Son necesarios, en consecuencia, mecanismos eficaces de control democrático que superen los discursos vacíos de mayor transparencia que a la vista está que no son solucionadores de ninguno de los problemas existentes. Solo hace falta ver que cada vez que surge un problema de corrupción que relaciona al PP o al PSOE no son nunca casos particulares, sino que van emergiendo, con el paso de los días, más y más personas hasta que se concluye que la corrupción era sistémica y se extendía como una mancha de aceite por la organización. En el caso Montoro aparecen imputadas dos cúpulas del ministerio de Hacienda y casi una treintena de altos cargos.

Un par de ellos, el director financiero de Loterías y el subdirector de Tributos Locales, han sido cesados hace tan solo cuarenta y ocho horas. Alberto Núñez Feijóo se ha hecho voladizo, Mariano Rajoy debe estar siguiendo el Tour de Francia y el PSOE ha visto en todo ello una manera de desviar el foco de la UCO y de Santos Cerdán al PP. Entramos en la fase del Y tu más que no suele, tampoco, ayudar a los socialistas. Y la del hartazgo, que es donde se mueve mejor una organización ultra como Vox. Porque es verdad que Montoro se ha dado de baja del PP, pero a principios de este mes de julio se movía en el congreso de los populares celebrado en Madrid con los galones de quien antaño hizo y deshizo incluso mucho más de lo que podíamos llegar a sospechar.