A medida que pasan las horas, crece el estupor por el insólito anuncio de Pedro Sánchez del pasado miércoles de que se iba a pensar, hasta el lunes, si dimitía como presidente del Gobierno. Que se daba cinco días para reflexionar —meditar siempre está bien— y que nos lo hacía saber a través de una carta a la ciudadanía, ya que se encerraba en su residencia del Palacio de la Moncloa y que no estaba para nadie. Desde entonces, silencio. Una nube de silencio y de especulaciones. Un cierto paisaje impropio de quien presume ser la quinta economía de Europa y se comporta como aquellos países del Cono Sur donde todo suele acabar, casi siempre, bastante mal.

Este sábado, se espera ante la calle Ferraz de Madrid, donde está la sede del PSOE, una importante concentración de militantes y simpatizantes trasladados en autocares desde diferentes sitios de España en apoyo al secretario general con la consigna "Pedro, quédate". "Es que necesita cariño porque nadie le ha apoyado en el asunto de Begoña", te dicen, y uno tiene la impresión de que incorporar las emociones cuando eres el presidente del Gobierno es un poco aventurero. Y lo que puede acabarte pasando es que de un caso de presunta corrupción que no había traspasado más allá de la barrera de los más informados, ahora está en la prensa de toda Europa. Desde ese punto de vista, no es precisamente un buen negocio. Le ha dado el altavoz que necesitaba.

Adolfo Suárez, que es el único presidente del Gobierno que ha dimitido, lo hizo en enero de 1981, lo ejecutó sin más preámbulo, compareciendo en RTVE a primera hora de la noche, dejando claro que lo hacía de manera irrevocable y por no poner en riesgo el sistema democrático. Después hemos desenredado el intríngulis y lo que hemos concluido es que no te vas, te echan. Así de sencillo. Estamos en 2024 y lo que tocaba ahora era hablar de las elecciones catalanas que se van a celebrar el próximo 12 de mayo, trascendentales para los que aquí vivimos, ya que está en juego el Parlament que vamos a escoger, las políticas que se van a aplicar y los pactos políticos que se van a realizar para confeccionar un gobierno para los próximos cuatro años.

Va a costar recuperar el 'frame' catalán, aterrizar en los retrasos de Rodalies, la financiación, los impuestos, las infraestructuras, la vivienda o el expolio fiscal

Eso lo sabía Pedro Sánchez de sobra. Entre otras cosas, porque salió investido por dos partidos independentistas catalanes, Esquerra Republicana y Junts per Catalunya, que le facilitaron los 14 votos que necesitaba a cambio de contrapartidas políticas. Y ante unas elecciones tan importantes en Catalunya, ha venido a hablarnos de lo suyo. De los ataques que sufre y de que no sabe muy bien si vale la pena pasarlo tan mal. De la manera que lo ha explicado en su carta, nada que no pudiera esperar hasta después de las elecciones catalanas y también de las europeas, que se celebrarán el domingo 9 de junio. Dentro de algo más de 40 días, cuando le faltan pocas semanas para empezar su sexto año en la Moncloa. Un tiempo en el que ha recibido ataques desde el primer día por la manera como llegó al cargo, a través de una moción de censura, y por los pactos que ha ido realizando para seguir en el cargo.

Entre ellos, el último de la ley de amnistía, que pasó el trámite del Congreso, está ahora en el Senado, donde será rechazada y volverá a la cámara baja para su aprobación definitiva. Superado este escollo, que han tenido que soportar muy a disgusto a cambio de conservar el poder, el jefe les dice que igual lo deja. Cómo no se van a movilizar para que continúe. Pero, como un socialista dice por lo bajini, "¡es que nos hemos comido la amnistía!". En los actos del PSC, el recuerdo a Pedro Sánchez es permanente: "Estamos contigo, Pedro", aparece en las pantallas. Va a costar recuperar el frame catalán, aterrizar en los retrasos de Rodalies, la financiación, los impuestos, las infraestructuras, la vivienda o el expolio fiscal.

La telenovela lo ha invadido todo y siempre es un género mucho más divertido y con más espectadores. El problema es que cuando apagas la televisión, hay una realidad que no es la del culebrón, sino cómo se hace un país mejor y con qué mimbres. Cómo se supera la ficción y salimos del espectáculo. Porque Sánchez, que siempre juega a precursor, esta vez lo ha logrado. Nunca ningún primer ministro había dicho a sus conciudadanos que se iba de reflexión unos días para ver qué hacía. Si seguía o lo dejaba. El récord Guinness ya lo tiene.