Acaba de pasar por Cáceres, a una semana de que se celebren las elecciones regionales de Extremadura, Pedro Sánchez, en el mitin central de los socialistas. Con rostro circunspecto después de una semana trágica, el presidente del Gobierno ha ido a alentar a sus fieles ante la que va a ser una derrota dolorosa del PSOE si se cumplen los resultados que vienen pronosticando las encuestas. En síntesis, Sánchez ha dejado cuatro mensajes: que no piensa dimitir y convocar elecciones; que merece la pena gobernar, aunque sea en estas circunstancias; que habrán cometido errores, pero los avances de los derechos de las mujeres han llegado de la mano del PSOE, y que ha actuado con contundencia ante los casos de corrupción protagonizados por dirigentes del partido y que en estos momentos lo acorralan tanto en el partido como en el Gobierno.
Con uniforme de fin de semana, cazadora y camisa azul, un toque moderno frente aquella americana de pana que utilizaban en los actos públicos González y Guerra en los años 80, Sánchez actúa como si no tuviera la culpa de nada de lo que sucede a su alrededor. Los que han emponzoñado la vida pública, utilizando el partido como una máquina de generar ingresos ilegales, con Ábalos y Santos Cerdán a la cabeza, eran, simplemente, dos garbanzos negros y ya se los ha apartado del PSOE. Poco importa que alrededor de ellos hubiera varias tramas de enriquecimiento ilegal, que ya veremos si alguna de ellas llega incluso hasta el mismo partido, como cree la UCO de la Guardia Civil.
No son ni una, ni dos, ni cuatro, ni seis, sino hasta trece las investigaciones judiciales que envuelven al PSOE en estos momentos
No son ni una, ni dos, ni cuatro, ni seis, sino hasta trece las investigaciones judiciales que envuelven al PSOE en estos momentos. ¡Hace falta una guía para no perderse en medio de una situación política desconocida en España de casos de corrupción que afectan a un gobierno en ejercicio! Son tantos casos y tan diferentes que la línea de defensa inicial de que era una situación de lawfare de la justicia contra el partido socialista ha tenido que ser desterrada por indefensable. A diario leemos como se han manipulado contratos públicos, como se ofrecían edificios públicos desde la SEPI con las correspondientes comisiones o como se extorsionaban empresas del Ibex con dosieres fabricados para chantajearlos. ¿De todo ello, nadie sabía nada? ¿Eran unos pocos desalmados aprovechando su proximidad con el poder?
Es evidente que esta versión no se aguanta por ningún lado. Cuando los encausados estaban al frente del PSOE —eran, de hecho, los que llevaban el partido—, se sentaban en el mismo Consejo de Ministros, estaban en la cúpula de los ministerios y se movían sin filtro alguno por el palacio de la Moncloa. La defensa aún es más difícil si hay dos causas judiciales abiertas contra Begoña Gómez y David Sánchez, la mujer y el hermano del presidente, que, por cierto, es un invitado de postín a las elecciones extremeñas, ya que el candidato socialista, Miguel Ángel Gallardo, es el avalador de la plaza de músico en su condición de presidente de la Diputación de Badajoz cuando sucedieron los hechos. Esa circunstancia hace que para el presidente del Gobierno no sean unas elecciones cualquiera, ya que su protegido, acusado de prevaricación administrativa y tráfico de influencias, lleva el sello Sánchez en la papeleta.
En estos momentos, ya nada suena a verdad: ni actuó con celeridad en los casos de corrupción, ni merece la pena que en las actuales circunstancias siga gobernando.