Se ha cumplido este domingo cinco años del exilio de Juan Carlos I con destino a Abu Dabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos. Su marcha, nunca sabremos si fue a voluntad propia o impulsado por la presión de su sucesor, se produjo después de meses de una intensa polémica en España por las investigaciones de sus finanzas que se estaban llevando a cabo tanto en el Reino Unido como en Suiza. En el centro de toda la investigación estaba una supuesta comisión de 100 millones de dólares recibida de Arabia Saudí. Aunque no es ninguna novedad en la historia reciente que los Borbones tengan que hacer las maletas y emprender el camino del exilio, le sucedió a su padre, Don Juan de Borbón, y a su abuelo Alfonso XIII, el destierro de Juan Carlos tuvo algo de deshonroso: abandonó el país en el que había reinado durante casi cuatro décadas en medio de un ostracismo generalizado —los juancarlistas desaparecieron súbitamente— y el viaje a los Emiratos Árabes lo hizo sin su esposa, la Reina Sofía, que durante este lustro no lo ha visitado y tampoco lo ha perdonado.

Los encuentros de la pareja se han producido muy esporádicamente, como en 2022, durante la recepción que Carlos III ofreció en el palacio de Buckingham a los invitados al funeral de su madre, Isabel II, en la abadía de Westminster. Aunque sus viajes a España, fundamentalmente a Galicia, han ido trasladando una cierta imagen de un retorno próximo, este ni se ha producido, ni está en la agenda como algo que sucederá como algo definitivo. Su imagen sigue salpicada por los casos de corrupción y por las revelaciones sobre sus relaciones personales, que han protagonizado de manera muy especial la empresaria alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein —más conocida como la princesa Corina por haber estado casada en segundas nupcias con el aristócrata alemán Casimir zu Sayn— y la actriz y vedette Bárbara Rey, con la que mantuvo una relación estable durante más de una década en los años ochenta y noventa. En la presentación de sus memorias, comentó de sus encuentros: “Él necesitaba verme por sus ‘necesidades’, pero no por sentimientos. De hecho, su actitud conmigo fue la de siempre ante los problemas: quitárselos de en medio y no querer hablar más conmigo”. 

El legado de Juan Carlos I quedará ya invariablemente unido, en España y en el extranjero, a la corrupción

A sus 87 años, el rey emérito languidece entre alguna visita familiar, la vida social en Abu Dabi y un cierto séquito español, muy reducido, que regularmente suele visitarle. Por cansancio o aburrimiento, sus escapadas desde los Emiratos Árabes Unidos, donde cada vez pasa menos tiempo, las combina con frecuentes estancias en Londres o Ginebra. Pero, sin duda, lo que ve peor es tener que guardar silencio para no desestabilizar la monarquía española y no poder moverse a su antojo por España. Ha llovido mucho desde aquella carta que envió a su hijo con la siguiente voluntad: "Hace un año te expresé mi voluntad y deseo de dejar de desarrollar actividades institucionales. Ahora, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti, como rey, te comunico mi meditada decisión de trasladarme en estos momentos fuera de España". Fue el peaje que pagó para que las causas judiciales que tenía en marcha o las inspecciones fiscales se quedaran en la superficie y con el tiempo se fueran archivando.

Aunque en noviembre ha anunciado la publicación de sus memorias bajo el pomposo título de Reconciliación, en una búsqueda de honor y prestigio, su legado queda ya invariablemente unido, en España y en el extranjero, a la corrupción. Será para siempre Juan Carlos I el Corrupto y, en contra de lo que sostiene, no hay una imagen distorsionada por los escándalos, el exilio y sus propios errores. Lo que hay es un perdón judicial y fiscal por los años que estuvo al frente de la jefatura del Estado. La última vez, el pasado mes de mayo, en que el Tribunal Supremo rechazó abrirle una causa penal por cinco delitos fiscales contra la Hacienda Pública que presentaron magistrados jubilados, fiscales de anticorrupción retirados y varios intelectuales el pasado mes de noviembre. El calvario judicial que provocó su exilio se ha ido archivando, pero su imagen ha quedado manchada de por vida y para la historia. Se ha ganado a pulso que haya quedado arrinconado entre el lujo de los Emiratos.