Las declaraciones del expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero asegurando que en Catalunya había prejuicios respecto al proyecto político de Susana Díaz porque es mujer y andaluza demuestran hasta qué punto se pueden tener muy altas responsabilidades políticas y no aprender absolutamente nada. O bien, simple y llanamente, tener mala fe. Durante más de siete años fue presidente del Gobierno; otros doce, secretario general del PSOE y durante 25 diputado en el Congreso, primero por León y más tarde por Madrid. Incumplió promesas que no se le perdonarán nunca en Catalunya como la de aprobar el Estatut que fuera aprobado por el Parlament y condujo a la economía española al peor agujero de su historia en varias décadas. El desastroso balance, suma de soberbia e incapacidades, concluyó en las urnas con una mayoría absoluta del Partido Popular y de Mariano Rajoy.

Su entonces ministra Carme Chacón, trágicamente fallecida hace unas semanas, recibió un apoyo popular en las elecciones españolas de 2008 sin precedentes en la circunscripción de Barcelona y el PSC logró 25 de los 47 diputados en juego en Catalunya. Un resultado que no habían conseguido nunca los socialistas catalanes, ni volvió a repetirse en comicios posteriores. El presidente de la Generalitat entre 2006 y 2010 fue José Montilla Aguilera, nacido en Iznájar, en la provincia de Córdoba, y su llegada al máximo puesto de representación institucional de Catalunya fue ampliamente valorada por lo que suponía de integración y cohesión de una sociedad, la catalana. Un tercer ejemplo sería Inés Arrimadas, jefa de la oposición en el Parlament de Catalunya y líder de Ciudadanos. De 36 años y nacida en Jerez de la Frontera, se define a si misma como catalana de elección. Y sin problemas.

Obviamente, no es, presidente Zapatero, el hecho de que sea mujer y andaluza el motivo de las reticencias existentes en Catalunya hacia Susana Díaz. Es el uso permanente del anticatalanismo más visceral a la hora de conseguir votos lo que hace aparecer a la presidenta de la Junta de Andalucía como una política demagoga y, si se puede decir así, en muchos aspectos una gran ignorante. No haga demagogia, presidente, por unos cientos de votos de militantes del PSC que puede acabar recogiendo para Susana Díaz en las primarias. Sus responsabilidades pasadas no tan lejanas le obligan a no atizar el odio y la confrontación con mentiras que aunque tengan rédito electoral dejarán secuelas. Modérese, presidente.