En la política española no debe haber una promesa que se haya repetido e incumplido tantas veces como la lluvia de millones para resolver el problema crónico de Rodalies de Catalunya. Los últimos tres presidentes del gobierno español o representantes suyos con rango de ministro lo han hecho sin recato alguno, copando grandes titulares y coincidiendo más o menos con procesos electorales. Veámoslo.

El 30 de enero de 2008, el entonces presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, anunciaba el plan Rodalies 2008-2015 dotado con 5.000 millones de euros. Fue exactamente 38 días antes de las elecciones generales en las que revalidó la victoria de 2004. Los comicios catapultaron a ZP a un nuevo mandato gracias al estratosférico resultado conseguido en Catalunya por el PSC, que logró 25 de los 47 escaños en juego. El plan Rodalies fue eso, un  tema cosmético de gran impacto electoral y prácticamente nula inversión económica en Catalunya. Eso sí, se traspasó a la Generalitat la gestión de los trenes y el personal en 2010, en uno de los trueques más singulares de lo que supone la transferencia de una competencia: sin dinero y para poder modificar los horarios, las frecuencias y el servicio. Nada más, ya que la infraestructura sigue en manos de Adif y Renfe sigue siendo la responsable única del día a día.

A Zapatero le siguió Mariano Rajoy, en marzo de 2017, con una nueva lluvia de millones. En aquel momento la cifra volvió a sonar muy bien: 4.000 millones de euros en un plan 2017-2025 que definió, y esas fueron sus palabras exactas, como "realista, viable y verificable". Solo fue verdad lo último, ya que no era realista -nunca hubo intención de llevarlo a cabo-  ni viable -ya que Rajoy seguía, como todos los presidentes del gobierno. obsesionado con el AVE-. Sí que fue perfectamente verificable: se ha podido comprobar que fue un gran espectáculo de comunicación. Tan exagerado que las bromas ya se originaron el primer día. Entonces, ¿por qué lo hizo?, cabría preguntarse La respuesta es bien sencilla, su objetivo era disuadir a los catalanes del procés independentista y como en Madrid han aprendido de que lo importante es ir anunciando cosas, Rajoy cumplió con el guión preestablecido y del dinero para Rodalies nunca más se supo; y, digámoslo de pasada, tampoco hubo un gran interés desde la denominada sociedad civil de apretar al gobierno del PP.

Y como no hay dos sin tres hemos llegado a este viernes 11 de diciembre de 2020 que el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, ha presentado su plan 2020-2030 para Rodalies con una inversión de 6.345,92 millones de euros. Habilidoso, ha dado una enorme patada al tablero situando el final de su plan dentro de diez años. El de Zapatero era de siete años, el de Rajoy de ocho y el de Ábalos de diez. El conseller de Territori i Sostenibilitat, Damià Calvet se ha limitado a mostrarse escéptico y no es nada extraño. Hubiera podido encontrar expresiones más contundentes y tampoco habría pasado nada. Lo cierto es que a estas alturas confiar, lo que se llama confiar, no lo hacen seguramente ni los correligionarios de Ábalos en el PSC.

La política no puede convertirse en promesas y más promesas, sobre todo cuando lo que está en juego es la seguridad y la movilidad de los ciudadanos de Catalunya en una infraestructura básica. ¿Sabe, ministro, como sería creíble este plan? Si con fecha 1 de enero de cada año se le transfiriera a la Generalitat esta cantidad para poder realizar las obras y que el Ministerio se limitara a supervisar que el dinero ha ido al destino correcto. Lo demás, si me permite, es una gran broma y más propio del día de los inocentes, para el que ya solo faltan 11.