La decisión de volver a encerrar a los presos políticos en las cárceles de Lledoners i Wad-Ras retirándoles el tercer grado y más que probablemente también el 100.2, concedido por las respectivas juntas de tratamiento de las prisiones en las que están recluidos, supone  la constatación más flagrante de que el gobierno de Pedro Sánchez no está ni por la desescalada judicial, ni por el acuerdo político con Catalunya, ni por cumplir ninguno de los compromisos que ha ido asumiendo. Habrá que reconocer en un día triste para la democracia que no hay diferencia alguna entre PSOE y PP, que fue un error estratégico importante colaborar con tumbar a Mariano Rajoy para colocar en la Moncloa a un personaje tan menor como Sánchez, pero mucho más corrosivo, ya que es capaz de colocarse cualquier disfraz. ¿Quién es Pedro Sánchez? ¿Aquel que lo prometía todo o este que no ha dado nada? ¿Aquel que aseguraba que la fiscalía dependía de él o el que, insensible, deja que se actúe contra los presos políticos catalanes en una decisión palmariamente injusta y adoptada de manera exprés?

Jordi Cuixart, Jordi Sànchez, Oriol Junqueras, Joaquim Forn y Raül Romeva han dormido este martes en la prisión de Lledoners y la presidenta Forcadell en la de Wad-Ras no sabiendo cuando volverán a salir al haberse revocado el tercer grado y el 100.2; Jordi Turull, Josep Rull y Dolors Bassa lo han hecho también en Lledoners y Puig de les Basses y, al estar de vacaciones el fiscal del caso, dispondrán de unas horas más de semilibertad que sus compañeros, pero la sentencia está escrita. De la mano del Tribunal Supremo, la justicia española, lejos de reparar una sentencia con pocos argumentos jurídicos y marcadamente tendenciosa, ha decidido dar un paso de rosca e intervenir en el régimen de semilibertad del que gozaban los presos políticos.

Estaba escrito desde hace días y, sobre todo, desde que el deep state pedía venganza más que justicia a través de los medios de comunicación españoles, y muy especialmente de los devaluados pero aún influyentes en el stablishment diarios de papel. Era palmario que nadie se iba a quedar quieto y que era relativamente fácil vulnerar de nuevo derechos y libertades. El independentismo hace demasiado tiempo que cae en la misma trampa pensando que hay una vía para dialogar y eso no es así. El 3 de octubre de 2017, el discurso de Felipe VI no dejó margen alguno para la política y solo quedó el camino de la represión que tan bien han practicado primero el  gobierno del PP y ahora el ejecutivo del  PSOE, con un vicepresidente y cuatro ministros de Podemos que solo son capaces de alzar la voz cuando se trata de la corrupción de la monarquía y guardan un atronador silencio cuando van de nuevo camino de la prisión los líderes independentistas catalanes. 

Habrá que cambiar el guión y hacerse rápidamente adultos antes de que la izquierda española aplaste la movilización popular más dinámica y masiva que se ha generado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Con ellos, ya no hay margen para la esperanza y habrá que construir, sin esperarles, un nuevo camino por el que transitar, ya que la represión no se ha acabado. La decisión de devolverlos indefinidamente a la prisión es toda una declaración y la respuesta tiene que estar a la altura. Porque la impotencia del Estado para dar una salida no puede tener en el otro lado poner de nuevo la otra mejilla y confiar en que tan solo con la persistencia llegará la solución. Ese tiempo ya ha pasado.