¿Qué lleva a una persona con la incontinencia verbal de Pedro Sánchez a estar desaparecido del mapa desde hace una semana, sin prácticamente agenda pública y sin efectuar ningún tipo de declaración? ¿A qué teme Sánchez cuando transcurridos siete días desde que se conoció el caso más grave de espionaje practicado por ningún gobierno en Europa, el CatalanGate, aún no haya dicho nada? ¿Es posible que el presidente del Gobierno por primera vez en su carrera tenga un cierto temblor de piernas ante la dimensión política que puede acabar cogiendo el caso y que desconozca lo que puede acabar saliendo y que sus manifestaciones sean desmentidas por los hechos en cuestión de horas? Porque el primer movimiento de su valido Félix Bolaños desplazándose a Barcelona para calmar el enojo de sus socios de Esquerra Republicana no ha tenido las consecuencias que él podía esperar. El ministro regresó a Madrid sin nada tangible mientras la petición de dimisiones ha pasado a ser una cosa generalizada y se la piden desde la mayoría que le apoya: Podemos, Esquerra Republicana y Bildu.

Mientras Sánchez calla, las miradas van dirigidas a los ministros de Defensa, Margarita Robles, y del Interior, Fernando Grande-Marlaska, los dos responsables políticos que llevan a sus espaldas la responsabilidad por activa o por pasiva del espionaje masivo practicado a los independentistas catalanes. La ministra de Defensa, que es quien tiene más números de ser señalada al final porque bajo su tutela está el CNI, ha apuntado este lunes: "Eso del espionaje yo no sé qué es, porque cuando se actúa se hace conforme a derecho". ¿Está dando a entender la ministra que si el CNI hubiera sido el responsable del espionaje masivo a políticos independentistas, representantes del mundo de las entidades soberanistas, abogados, periodistas y un largo etcétera de profesionales se habría hecho bajo la apariencia de legalidad que otorga un juez? ¿Es ese el camino que ha encontrado el Gobierno para taponar la fuga de agua que está teniendo el espionaje practicado con el programario Pegasus a, al menos, las 65 personas cuyos nombres y apellidos ya se conocen? Veremos si ese es o no es el camino del gobierno español para tratar de otorgar al CatalanGate una pátina de presunta legalidad.

Porque, a estas alturas y dada la dimensión internacional que ha adquirido el caso, solo Robles y Marlaska pueden tratar de proteger a Pedro Sánchez ante la amenaza de que el escándalo acabe subiendo un escalón y apunte directamente al mismo Palacio de la Moncloa. En este tira y afloja, Esquerra ha pedido por primera vez públicamente que haya dimisiones y que afecten a las personas que han permitido el espionaje. Si hace una semana se conformaban con una investigación, transparencia y explicaciones, aquel esquema inicial del Lunes de Pascua ha saltado por los aires. Igual que con Junts per Catalunya, que ha reclamado que se suspendan todas las relaciones con el gobierno español y que esta decisión sea clara e inequívoca y se mantenga, al menos, hasta que se constituya una comisión de investigación en el Parlamento español.

En buena medida, todo esto pasa por el silencio de Sánchez y, seguramente, por la convicción de que no estamos al final del caso del CatalanGate sino que más bien hay carpetas muy importantes aún por abrir. De golpe, la legislatura española se ha vuelto inestable y el próximo jueves se celebra una importante votación en el Congreso de los Diputados sobre el decreto ley de medidas económicas por las consecuencias de la crisis de Ucrania. Será el termómetro para calibrar si estamos ante una escaramuza política más, de aquellas que suelen suceder en la política española, o, por el contrario, ante una situación complicada de más enjundia. El líder del PSOE que lo ha tenido todo de cara en lo que llevamos de legislatura, enredando a unos y a otros siempre que ha querido, ha visto cómo el problema del CatalanGate se hacía cada vez más grande e incluso el PP le pedía explicaciones. Feijóo debe pensar que a él que le registren, que acaba de llegar, y de las cosas de Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría y Jorge Fernández Díaz... que se preocupen ellos.