Realmente cuesta entender cómo Pedro Sánchez se ha equivocado tanto en la presentación de su candidatura a la presidencia del Gobierno. Un discurso muy alejado de la realidad política que le permite volver a ser presidente y que por más que trate de darle la vuelta le va a perseguir durante el tiempo que permanezca en la Moncloa. Le faltan tantos escaños para sacar adelante la legislatura que o se pone de acuerdo con el independentismo catalán, acepta el nuevo marco político, baja del pedestal en el que está instalado y demuestra empatía con los socios que le votan o el tiempo que dure va a ser un camino con tantos obstáculos que, en algún momento, pueden acabar siendo insalvables. Sánchez va a salir este jueves investido, no hay duda. Pero también embestido. Tampoco hay duda. Incluso su sonrisa de primera hora de la tarde con Feijóo desapareció cuando ya era de noche y su rostro era de un vértigo contenido.

No recuerdo una investidura en que dos grupos imprescindibles y con una representación de 14 diputados hicieran tantas advertencias al candidato, Sánchez. En el caso de Rufián, en catalán y castellano, recordándole que no tiene alternativa y que no se la juegue. Aunque, también es verdad, que el portavoz de ERC dedicó más minutos de su intervención al PP que al PSOE. La diputada de Junts Míriam Nogueras utilizó su tiempo en la tribuna para sacar los colores a Sánchez, meterle el miedo en el cuerpo —"¿realmente se ve capaz de cumplir lo firmado?"—, tratar con desdén al candidato y obligarle a decir que lo que había entre el PSOE y Junts era una negociación y no un diálogo para solucionar el conflicto político. El silencio de la cámara, más allá de que los diputados que no entendían el catalán iban con pinganillo como Pedro Sánchez, mientras intervino la diputada de Junts, se correspondía con los puñales que lanzaba al aspirante. El presidente en funciones pasó como pudo lo que sin duda fue un mal trago y le contestó sin replicarle, incluso un punto titubeante, algo poco habitual en un parlamentario tan experimentado, tratando de pasar como podía lo que fue un trance amargo.

La jornada había tenido sus más y sus menos entre el PSOE y Junts por el tono de la intervención inicial de Sánchez durante la mañana al referirse a la ley de amnistía. Como si desconociera el trabajo de orfebrería que se ha tenido que realizar en la exposición de motivos y que conscientemente o no se cargó de un plumazo. No es la amnistía una medida de gracia, como dijo en varias ocasiones, sino una medida legislativa. Es una diferencia importante y, obviamente, tampoco es un perdón. Me consta que los que han negociado durante semanas los puntos y las comas de la exposición de motivos y de la ley han medido cada una de las palabras para que no acabara pareciendo eso que Sánchez dijo que era.

Era muy fácil leer lo que se dice en la justificación de la proposición de ley, pero optó por una versión light para satisfacer a su parroquia, olvidando que igual, solo igual, molestaba a los que no son tuyos y cuyos votos necesitas. Veamos la diferencia. En los tres primeros párrafos del texto entrado en el Congreso dice: "Toda amnistía se concibe como una figura jurídica dirigida a excepcionar la aplicación de normas plenamente vigentes, cuando los actos que hayan sido declarados o estén tipificados como delito o determinantes de cualquier otro tipo de responsabilidad se han producido en un contexto concreto. Esta facultad legislativa se configura en el ordenamiento como un medio adecuado para abordar circunstancias políticas excepcionales que, en el seno de un estado de derecho, persigue la consecución de un interés general, como puede ser la necesidad de superar y encauzar conflictos políticos y sociales arraigados, en la búsqueda de la mejora de la convivencia y la cohesión social, así como de una integración de las diversas sensibilidades políticas. Es, por tanto, una institución que articula una decisión política mediante una ley aprobada por el Parlamento como expresión del papel otorgado por la Constitución a las Cortes Generales, que se erigen como el órgano encargado de representar a la soberanía popular en los poderes constituidos y configurar libremente la voluntad general a través del ejercicio de la potestad legislativa por los cauces preestablecidos".

La legislatura ha arrancado con tensión en la calle, tensión con la oposición y tensión entre la mayoría parlamentaria que da apoyo a Sánchez

¿Qué dijo Sánchez en la tribuna? Cosas como "impulsamos la amnistía porque esta medida de gracia nos puede ayudar a superar la fractura que se abrió el 1 de octubre, a seguir acercando posturas, y a persuadir a muchos catalanes de que España es un buen país para ellos. Catalunya está lista para el reencuentro total y nosotros tenemos que tener el valor de dar un paso adelante". O "Esta amnistía va a beneficiar a muchas personas. A líderes políticos cuyas ideas yo no comparto y cuyas acciones rechazo. Pero también va a ayudar a cientos de ciudadanos que se vieron arrastrados por el procés. Incluidos policías y mossos que sufrieron las consecuencias de una crisis política de la que nadie puede sentirse orgulloso; ni siquiera quienes carecíamos por aquel entonces de responsabilidades de gestión". Para repetir: "Impulsamos esta medida de gracia movidos por la esperanza fundada de que nos ayude a superar una crisis de la que nadie puede estar orgulloso. De que contribuya a mejorar la convivencia de nuestro país y a canalizar por una vía más sana y pacífica las aspiraciones políticas de unos y de otros".

Esta situación motivó incluso un cierto debate en Junts sobre si no era mejor abstenerse en esta primera votación y darle el sí en una segunda votación el sábado. No va a pasar, pero la legislatura ha arrancado con tensión en la calle, tensión con la oposición y tensión entre la mayoría parlamentaria que da apoyo a Sánchez. Quizás, demasiadas tensiones para que todo salga bien. O, al revés. ¿Serán capaces PSOE y los independentistas de hacer de la necesidad virtud? Y no en el plano teórico, sino en la práctica.