La semana que se celebra la convención del PDeCAT, los presidents Carles Puigdemont y Quim Torra y el presidente del Grupo Parlamentario de Junts per Catalunya, Jordi Sànchez, han presentado este lunes el manifiesto fundacional de la Crida Nacional per la República, que pretende ser un movimiento soberanista de amplio espectro y transversal y también un instrumento político que pueda participar en todas y cada una de las citas electorales que se produzcan hasta la plena instauración de la república. Los promotores, que se sienten herederos del referéndum del 1 de octubre y de la decisión del Parlament del 27 de octubre y, en consecuencia, dicen querer hacer efectivo el derecho a la autodeterminación de Catalunya, han invitado a sumarse a todas las fuerzas independentistas y ya han recogido el rechazo de Esquerra Republicana cuyos dirigentes no contemplan, hoy por hoy, plataformas electorales unitarias ni en el ámbito local ni en el nacional.

El movimiento que impulsa Carles Puigdemont es, en la práctica, todo un terremoto en el mundo independentista. De hecho, todo lo que acaba haciendo Puigdemont de un tiempo a esta parte es, en el ámbito estricto de los partidos, una sacudida, y el anuncio de un conflicto de cierto voltaje político. En este caso, por varios motivos: la dirección del partido en el que milita y del que rechazó hace unas semanas la presidencia, el PDeCAT, ve cualquier movimiento que hace como una opa a su organización. Son de sobras conocidos los desencuentros con su coordinadora general, Marta Pascal, que aunque asistió a la presentación este lunes optó por una discreta posición al final de la sala. De su equipo, las ausencias en la presentación también fueron importantes. El hecho de que Torra y Sànchez junto a otros dirigentes del grupo parlamentario, que no han militado nunca en el PDeCAT, figuren en el núcleo dirigente del movimiento también inquieta y preocupa, como ya sucedió con la candidatura de Junts per Catalunya en las elecciones del pasado 21 de diciembre.

Puigdemont quiere jugar fuera de la dinámica de los partidos y ha decidido apostar fuerte. El éxito o el fracaso vendrá marcado por si se produce un efecto bola de nieve en la convención nacional constituyente que se llevará a cabo en otoño. De la capilaridad que tenga para incorporar dirigentes independientes o de otros partidos dependerá una parte del éxito si no quiere que la iniciativa se perciba como la enésima refundación de Convergència. El pasado 21-D, Puigdemont jugó con acierto y con éxito las pocas bazas que tenía. Ahora, la apuesta será mayor, ya que busca la estabilidad de una plataforma en el tiempo, pero los partidos con los que colinda no se lo pondrán fácil. Ya se lo han dicho.

Esquerra tiene su propia hoja de ruta y la CUP también. Al final, los nombres darán una dimensión u otra del nuevo espacio político. Empezando por ver si se incorporan diputados de Junts pel Sí que no concurrieron a las últimas elecciones catalanas. Nombres como Germà Bel, Lluís Llach y algún otro exparlamentario puede sentirse, quizás, atraído. Está por ver. Un último apunte: los que piensen que es una noticia política transitoria se equivocarán porque Puigdemont siempre juega al límite. Y eso, todo el mundo lo sabe.