La conferencia del president de la Generalitat, Pere Aragonès, al cumplirse el primer aniversario de las elecciones del 14 de febrero ha tenido cuatro ideas fundamentales: el proceso de negociación vive un momento de dificultad por la poca valentía del gobierno español, que se niega a hacer una propuesta política para Catalunya; es necesario rehacer la confianza independentista y activar todos los mecanismos de presión al Estado para desbloquear la negociación, y si esta no avanza, no se pueden quedar de brazos cruzados; el independentismo no puede aceptar como respuesta que nunca habrá una vía democrática para que los catalanes decidamos nuestro futuro; una amplia mayoría quiere votar en un referéndum democrático reconocido por todas las partes para pronunciarse si Catalunya tiene que ser una república independiente en el marco de la Unión Europea. Y un mensaje a Pedro Sánchez tras los resultados de Castilla-León: no resolver el conflicto catalán abre las puertas a un gobierno PP-Vox en España.

Se podría decir que el president se ha movido en un terreno pesimista ―quizás la vez que más― en la negociación con el Estado después de meses sin reunión alguna y de desaires continuados e inaceptables desde Moncloa. De hecho, tan solo enumeró como un ejemplo de confianza hacia Pedro Sánchez y del crédito de la voluntad negociadora del Estado los indultos concedidos por su gobierno a los líderes presos políticos independentistas, que abandonaron después de cuatro años la cárcel el pasado mes de junio. También ha explicado que los indultos, que son tan solo parciales, han sido un paso importante porque reconocen que la sentencia del Tribunal Supremo fue injusta. Es, seguramente, la primera vez por parte del president que los indultos descienden al terreno de ser un activo político de una voluntad negociadora del Estado.

Pese a pinceladas al gobierno español, la conferencia tuvo como claros destinatarios el resto de los actores independentistas con los que no ha conseguido trazar hasta la fecha estrategia alguna. Algo que, por otra parte, puede condicionar el desarrollo de la legislatura. ¿Estamos ante un cambio de guión de la legislatura y ya asume que el independentismo tiene que pensar en un plan B? ¿Hay que rehacer la unidad para hacer qué? Y lo que es más importante: ¿qué quiere decir activar todos los mecanismos de presión al Estado para desbloquear la negociación? Porque este es un punto central, ya que hasta la fecha el Estado ha vivido muy cómodo tanto en las relaciones con el Govern como en la aprobación de votaciones en el Congreso de los Diputados. Solo hace falta saber un poco de política para saber que en Madrid no hay otra manera mejor de demostrar la fuerza política que forzar una y otra vez la pérdida de votaciones al Gobierno. ¿Se está dispuesto a hacer eso? ¿Utilizar los votos de Esquerra, Junts y la CUP con este objetivo? Porque si no se hace así, la presión no sirve absolutamente para nada.

Como he dicho, en clave interior hay que destacar su voluntad, expresada en más de una ocasión a lo largo de su discurso, de rehacer la confianza entre los actores independentistas. Hoy estamos muy lejos de este punto y en el horizonte no se vislumbra que pueda cimentarse la desescalada que dice Aragonès. Los diarios de las últimas semanas son un claro ejemplo de los mísiles cruzados entre unos y otros y la guerra subterránea existente. Por otro lado, si la política también es generosidad, la mención al president en el exilio Carles Puigdemont no podía ser más discreta en 14 folios: una vez al referirse a la necesidad de que el gobierno español "retire las causas contra el president Puigdemont y el resto de políticos exiliados". A buen seguro, en Junts no pasó desapercibido.

Habrá que esperar para próximas ocasiones respuestas más concretas al tema de la lengua y de la escuela catalana, amenazada con la imposición del 25% de castellano, los Juegos de Invierno de 2030 que cada vez tienen más opositores ante el silencio ―o las dudas― del Govern, la negativa de Sánchez a ceder la gestión de los fondos Next Generation o el crónico maltrato con la financiación autonómica. Porque la Catalunya sencera, concepto acuñado oficialmente esta noche, será libre o no será.