Por más explicaciones que los dirigentes del Partit Demòcrata Català intentan ofrecer a la opinión pública no consiguen desprenderse de una permanente sensación de improvisación en un tema tan importante como es la elección del nombre que tiene que sustituir al enterrado de Convergència Democràtica de Catalunya. Aquel congreso constituyente de julio dio un poder desconocido a las bases del nuevo partido, que expresaron su oposición a las consignas de la dirección saliente. Todo había que enmendarlo y el nombre quedó así en el alero.

No es un tema menor por más que, por en medio, el Ministerio del Interior haya hecho todo lo posible por poner las máximas pegas a su inscripción como partido político en su registro correspondiente. Pero ojo: esto afecta más al tema del preámbulo, en el que se definen como un partido dispuesto a utilizar, llegado el caso, la vía unilateral para alcanzar la independencia. En el tema del nombre son formaciones minoritarias del grupo parlamentario de Junts pel Sí las que se han sentido directamente interrogadas. Con el nombre de PDC, ha sido Demòcrates de Catalunya, la escisión de Unió que lidera Antoni Castellà. Pese a que se presentaron en coalición con CDC en las elecciones españolas de diciembre, en aquella extraña candidatura que llevaba como nombre Democràcia i Llibertat, en junio ya partieron peras y Demòcrates no acompañó a CDC en los comicios. El tema del nombre los alejó aún más. Castellà amenazó con impugnarlo y ahora flirtean con Esquerra sin que hasta la fecha hayan dado por iniciado el noviazgo.

El último invento es el del Partit Demòcrata Europeu Català, un nombre que, con un hábil juego de diseño, puede acabar leyéndose pdec exactamente igual que PDC. Ahora el que ha saltado es Ernest Maragall, el hermano del expresident que en 1988 registró el Partit Català d'Europa. También ha alzado la voz y no en una línea conciliadora en este tema con los exconvergentes. La única conclusión a la que se puede llegar es que los sin nombre necesitan resolver este tema lo antes posible si no quieren que este estéril (y estúpido) debate les acabe pasando factura, ya que cuesta mucho presentarse en sociedad si en la tarjeta de presentación aparece 'nombre en construcción'.