Cuando falta una semana para la manifestación del 11 de Setembre, el puzzle de actores políticos del independentismo catalán empieza a remar en la misma dirección, los tramos de la marcha que colorea la ANC en función del número de inscritos empiezan a abandonar las tonalidades verdosas de baja o poca asistencia para aparecer las de casi llena, alta o media, y el president de la Generalitat, Quim Torra, sitúa la concentración de la Diada como el primer acto de respuesta a la sentencia del Tribunal Supremo que se conocerá durante la primera quincena de octubre. Parecen haber pasado los momentos de preocupación del mes de agosto, cuando la movilización territorial para la Diada era más comedida y se encendieron algunas alarmas en las organizaciones independentistas. Alrededor de 200.000 inscritos y más de 700 autocares es una cifra similar a la que había el año pasado por estas fechas y que permite avanzar ya que la concentración de los alrededores de la plaça d'Espanya será muy masiva.

Y eso que, por en medio, está la posible investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno si consigue amarrar los votos que aún no tiene de los diputados de Unidas Podemos, a los que ofrece 370 medidas legislativas a cambio de quedarse fuera del Consejo de Ministros. La formación morada hoy por hoy está en el no, pero faltan días y la presión que reciben sus dirigentes empieza a ser asfixiante. Quizás para no encontrarse en un rifirrafe cruzado entre unos y otros, Esquerra Republicana ha decidido comunicar a la opinión pública que su posición estará en sintonía con la de antes del verano: facilitar la investidura de Sánchez y presionar así a Podemos para que acepte la propuesta del presidente en funciones. La línea argumental de Gabriel Rufián es muy crítica con las posiciones de Sánchez en el tema catalán -"su propuesta es nefasta"- pero la separa de su votación con dos argumentos: el de dar una oportunidad a la palabra y a la política y que un hipotético gobierno de las tres derechas sería siempre peor. Como dicen siempre los dirigentes de Esquerra, no es una posición cómoda -ni entendible, para algunos independentistas- pero está en línea con las posiciones que ha ido asumiendo la formación para aspirar a conquistar espacios electorales que hasta ahora le eran reacios.

Todo este esquema se tendrá que confrontar con los meses venideros que se vivirán en Catalunya con las sentencias del Tribunal Supremo que a falta del anuncio todo el mundo coincide que serán muy duras. Sánchez, que lo sabe, teme ser rehén de esta hipotética escalada política en Catalunya y que una investidura en estas condiciones le haga impracticable transitar por la legislatura. Dicho de otra manera, si acaba contando con los votos de Unidas Podemos, será en contra de lo que sus dirigentes quieren, y los de Esquerra pueden quedar en agua de borrajas después de la sentencia. Muy mal negocio, piensan en la Moncloa. Votos para hoy, problemas para mañana.

Y con Torra señalando la confrontación con el Estado como el rumbo fijado desde la presidencia de la Generalitat para los próximos meses.