Tenía el gobierno de Pedro Sánchez un plan bien trabajado para rehuír el debate sobre la amnistía a los presos políticos, que es una demanda muy ampliamente apoyada por la sociedad catalana, consistente en cambiar amnistía por indulto y confiar en que con líderes independentistas en la calle el independentismo acabara conformándose. El gobierno de Sánchez e Iglesias, cómodamente instalados en un terreno neutral, tendría margen para explicar en España que se había impuesto a la amnistía y en Catalunya que habían sido decisivos para que los presos estuvieran en la calle. Esto tenía que haber pasado, o al menos así se pensaba en verano, antes de las Navidades de este año, que serán las cuartas que pasarán entre rejas los nueve presos y presas políticas condenados en el juicio del Tribunal Supremo.

Pero con lo que no contaban Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es que cerrarían el ejercicio de 2020 habiendo perdido un cierto control del poder del país y que la justicia, lejos de ser independiente, se comportaría como un contrapoder al Ejecutivo. La posición de la Fiscalía del Tribunal Supremo informando en contra de la concesión del indulto rezuma un cierto aire de ajuste de cuentas y marca un camino que a buen seguro seguirá la sala segunda del Tribunal Supremo: "Cumplir las penas es una necesidad ineludible que no puede ni tiene que admitir atajos para burlar el pronunciamiento judicial".

Tanto es así que ha sido el propio ministro de Justicia, Fernando Grande-Marlaska, el que ha expresado que los informes de la Fiscalía tenían sesgo político al señalar que a él los informes dentro del ámbito del poder judicial le gusta que sean tecnicojurídicos. Otro ministro, el titular de Consumo, Alberto Garzón, ha ido más lejos y ha hablado abiertamente de que los presos políticos catalanes tendrían que estar en libertad.

En las próximas semanas, el círculo del indulto se cerrará y se verá si en el Ejecutivo español hay un mínimo sentido del poder y pasará por encima del búnker judicial. Aunque su permanente marcha atrás les precede, cabe pensar que un tema como el del indulto, aunque tarde, llegará a buen puerto. Yo, qué quieren que les diga, no haría una apuesta a que esta vez sí que van a acabar cumpliendo con el indulto aunque sea con unas semanas de retraso. En cualquier caso, habrá que seguir reclamando la amnistía, por más que fuera de las fronteras catalanas nadie esté dispuesto a dar su brazo a torcer.