El diputado del Partido Popular por Almería Rafa Hernando, si hubiera estado en política a finales del siglo XIX, formaría parte del núcleo fundador de lo que en argot parlamentario se denomina desde entonces diputado jabalí. Colmillo afilado, no dejar títere con cabeza y mala educación. Un cóctel perfecto que sigue al pie de la letra más de un siglo después. Con más o menos acierto, todos los partidos tienen su diputado jabalí, con su propio estilo personal. El Partido Popular ha cultivado con esmero este perfil, de manera especial desde la época de José María Aznar, con un talante agresivo, faltón y aprovechando marrulleramente su pico siempre aguzado.

Hernando es un político bregado que tuvo sus mejores momentos con Mariano Rajoy en la presidencia del Gobierno, que después Pablo Casado jubiló en el Senado y que ahora ha regresado al Congreso de los Diputados de la mano de Alberto Núñez Feijóo. Pues bien, sin venir a cuento, y comentando el conflicto entre Israel y los terroristas de Hamás en Gaza, al veterano parlamentario popular no se le ocurrió un ejemplo mejor que el siguiente: "Es como si en Catalunya hubiera una organización que se dedicara a construir túneles para bombardear Madrid. Oye, pues, usted..., a ver, es que este es el asunto". Un ejemplo que supone algo así como mentar la soga en casa del ahorcado, ya que la historia se ha escrito así... pero en sentido totalmente contrario. El 3 de diciembre de 1842, el general Baldomero Espartero, regente de España por la minoría de edad de Isabel II y por la dimisión de la reina madre María Cristina de Borbón, ordenaba el bombardeo indiscriminado de Barcelona. Veinte días antes, Espartero había pronunciado en la capital catalana una frase que quedaría para la historia: "Por el bien de España, hay que bombardear Barcelona una vez cada cincuenta años".

El PP, que se ha puesto en modo salvar España, deberá tejer algún puente con posibles aliados a futuro. ¿O quiere ir siempre de la mano de Vox?

El bombardeo de Espartero no fue el primero ni el último. En los cuatro últimos siglos, la última vez durante la Guerra Civil, el ejército español o sus aliados han bombardeado indiscriminadamente Barcelona varias veces, haciendo buena aquella frase. Más recientemente, en 2011, uno de los padres de la Constitución, Gregorio Peces-Barba, se permitió una burda ironía al respecto, después de señalar que no era pesimista respecto a la unidad de España: "Estaremos en mejores condiciones que en otras épocas. No sé cuántas veces hubo que bombardear Barcelona. (...) Creo que esta vez se resolverá sin necesidad de bombardear Barcelona. ¿Verdad?".

Hacer política debería estar reñido con el insulto, el agravio y la ofensa. Cultivar la crispación y la confrontación sirve para todo menos para tejer alianzas. El PP, que se ha puesto en modo salvar España, envolviéndose falsamente con la bandera y criticando pactos que antes hicieron ellos para gobernar con los nacionalistas, deberá, en algún momento, tejer algún puente con posibles aliados a futuro. ¿O quiere ir siempre de la mano de la ultraderecha de Vox? Porque hoy es lo único que tiene a mano y es bastante obvio que eso, lo máximo que puede llegar a ser, es pan para hoy y hambre para mañana. Los Hernando de turno sirven exactamente para una situación como la actual y se dedican a disparar indiscriminadamente contra cualquiera que no es del PP y a ofender gratuitamente a los catalanes. Porque aunque ellos desde sus torres de marfil no lo entiendan, los suyos en Catalunya tampoco utilizan este lenguaje y el ejemplo de la guerra entre Israel y Hamás comparándola con Catalunya y Madrid no deja de ser un auténtico disparate.