Suele decirse que cuando uno lucha contra molinos de viento es que pelea contra enemigos imaginarios. Esta expresión quijotesca le viene como anillo al dedo al juez Manuel García-Castellón, que lleva siendo desde hace unas semanas el personaje del momento por tratar de vincular a Carles Puigdemont y Marta Rovira con el terrorismo, con el objeto de impedir que se puedan acoger a la ley de amnistía. Sus movimientos han paralizado la aprobación de la ley, que ha vuelto a la comisión de Justicia del Congreso de los Diputados para un nuevo debate parlamentario y la aprobación, probablemente, de algún nuevo redactado en las enmiendas que aún siguen vivas.

Todo el mundo sabe que no hay terrorismo alguno en el caso Tsunami Democràtic que él investiga, y que lo único que está haciendo es levantar un muro para impedir que se puedan acoger a la amnistía todos aquellos que la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo decidan. Vamos, que hecha la ley por el legislativo, hecha la trampa por el poder judicial. Este viernes, el fiscal de la Audiencia Nacional, Miguel Ángel Carballo, ha elevado un escrito a García-Castellón en el que razona que no ve indicios de terrorismo en la causa del Tsunami Democràtic, que la decisión de elevar la causa al Supremo es injustificada e inmotivada y que las acciones del magistrado son incongruentes.

Ni siquiera la Guardia Civil atribuye a Puigdemont las acusaciones de terrorismo del juez García-Castellón

El tono del fiscal es inmisericorde con García-Castellón cuando señala que "hasta la fecha, el instructor ha llevado a cabo diligencias que no han incidido en absoluto, ni han aportado dato nuevo alguno, sobre la inculpación de los dos aforados, siendo especialmente significativo en cuanto al expresident de la Generalitat, Puigdemont, al que ni siquiera la Guardia Civil efectuaba atribución alguna de los hechos objeto de la investigación". Se puede decir más alto, pero no más claro; otra cosa es que no se quiera archivar la causa y mantenerla viva por las razones que sean.

Esta cruzada contra molinos de viento no sería tal si la derecha mediática, política y económica no tratara de mantener viva una causa inexistente, tan solo por los nombres que hay detrás. En pocas horas, los últimos dos presidentes socialistas, Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero, han sido contundentes respecto a la defensa del independentismo catalán como movimiento pacífico. Si esas declaraciones las hubieran hecho cuando tocaba, no se habría llegado hasta aquí. Porque, obviamente, también lo era cuando se decía lo contrario o se callaba, permitiendo que se formara una enorme bola de embustes que ahora cuesta mucho más de reducir.