En una decisión de la Casa Real que ha causado sorpresa, no han sido invitados representantes de Esquerra Republicana, Convergència y el Partido Nacionalista Vasco al almuerzo oficial de la próxima semana en el Palacio Real que los reyes de España ofrecerán al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, con motivo de su visita oficial a España, y al que acudirán un centenar de personas. Tampoco han sido invitados los presidentes de la Generalitat y del País Vasco, Carles Puigdemont e Iñigo Urkullu, algo habitual en este tipo de encuentros. Según el protocolo que se utiliza, si el invitado no lleva a cabo una extensión de su viaje fuera de Madrid, acude entonces el presidente de la autonomía.

La ausencia de las tres formaciones políticas tiene su importancia, ya que sí se les ha cursado invitación a representantes del PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. ¿Por qué no a los demás grupos parlamentarios del Congreso como en otras ocasiones? Seguramente, la respuesta reside en el hecho de que el invitado sea Obama. Es evidente que en la fuerte campaña de internacionalización de Catalunya para que sean conocidas sus demandas independentistas puede estar el motivo de la exclusión, mucho más que en problemas organizativos o de número de asistentes. Si el motivo fuese la limitación del número de asistentes en los salones del Palacio Real, tanto Joan Tardà (ERC) como Francesc Homs (CDC), por ejemplo, podrían ocupar la silla que ha dejado vacante el secretario general de UGT, Pepe Álvarez, que ha declinado la invitación asegurando que los militantes del sindicato no entenderían su presencia en el almuerzo de gala.

Pensar a estas alturas que en una cena oficial se puede decidir la orientación de un país como EE.UU. ante las demandas del Govern catalán es cuando menos de una gran ingenuidad. Estas cosas se plantean en otros ámbitos, con muchos más interlocutores y después de muchas gestiones y mucha paciencia. Así funciona la política internacional en todos los países del mundo. En cambio, hacer las cosas como se hacen normalmente evita interpretaciones y da a cada uno el protagonismo en los actos oficiales que ha querido la ciudadanía. Que, al final, es la máxima expresión de la soberanía popular.