El departamento de Ensenyament ha presentado este jueves una serie de estadísticas sobre el uso del catalán en el ámbito educativo en el sentido más amplio que, realmente, ponen los pelos de punta. Tanto mareo por aquí y por allá, tanta persecución judicial para que el castellano tenga más horas lectivas, tanta hostilidad hacia la inmersión lingüística en las escuelas, tanta batalla política para impedir que el catalán tenga el peso que realmente le corresponde al ser la lengua más frágil del país, tantas energías empleadas con el objetivo de descatalanizar Catalunya -la mejor manera de desnacionalizar la identidad del país-... no podía acabar bien.

El catalán está, se ha dicho reiteradamente, en situación de emergencia lingüística, pero el retroceso que ha sufrido en quince años, desde el 2006, en el ámbito educativo, en la comunicación de los alumnos con los profesores en las aulas, entre ellos en el patio cuando realizan actividades en grupo y en la relación de los profesores con los alumnos se ha desplomado a una velocidad tal que uno no puede más que preguntarse qué han hecho los responsables políticos estos últimos años. ¿Hacia donde miraban cuando todo esto pasaba? ¿En qué estaban pensando? Porque si en el año 2016, un 56% de los alumnos de 4º de ESO hacía servir siempre el catalán para preguntar en clase y ahora el porcentaje no llega al 40%, ¿algo se ha hecho mal, no? O si en las actividades en grupo el catalán era la lengua de comunicación siempre para el 67,8% y ahora solo lo es para el 28,4% ¿alguien tendría que haber caído en la cuenta mucho antes, no? ¿Y los profesores? ¿Cómo se explica que el 63,7% se dirigiera a los niños y niñas en catalán y ahora solo lo hace un 46,8%?

Están muy bien las estadísticas y los planes piloto para salir de la emergencia lingüística que se nos pone delante de nuestros ojos pero parece bastante claro que era obligación de los gobernantes haber llegado mucho antes. Sobre todo antes de haber entrado en esta especie de bucle en el que la situación es tan grave que parece que nada o casi nada podrá sacar al catalán del atolladero con el imprescindible rescate que necesita a todos los niveles, tanto públicos como privados. Solo desde una discriminación positiva será posible rescatar el catalán. Y sí, en esto no se puede transigir y hay que revertir y corregir errores de estos últimos años que han penalizado, y mucho, al catalán.

En los medios públicos y privados audiovisuales catalanes cada vez es más frecuente oír hablar en castellano. No se trata de restar importancia a una lengua que hablan 591 millones de personas en el planeta, que es lengua oficial en 21 países y cuyas posibilidades de expansión son casi ilimitadas. Nadie es tan iluso -sino tiene algún tipo de interés o es un demagogo- para pensar que el castellano tendrá algún día dificultades en Catalunya. Y la realidad es que el retroceso que padece el catalán en los medios audiovisuales catalanes no encuentra una situación equivalente en el crecimiento que podría tener fuera de Catalunya.

En resumen, el catalán o se asienta como lengua propia y con las consecuencias que de ello se derivan en los medios audiovisuales y en las franjas escolares o es imposible que acabe resistiendo el empuje del castellano. Los medios de Madrid lo saben y han impuesto un discurso contrario a la realidad. No es que el castellano esté en retroceso en la comunidad educativa sino que el catalán agoniza. Y el Govern tiene que hacer de ello una bandera de lucha permanente aunque tenga enfrente grupos poderosos, también catalanes, que persigan otros objetivos bajo una aparente piel de cordero. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo.