Dice el comunicado hecho público después de la reunión celebrada en el palacio de la Moncloa entre el gobierno de Pedro Sánchez y Ciudadanos que el encuentro ha transcurrido "en un clima de cordialidad" y que las dos partes se han comprometido a "seguir manteniendo un diálogo constructivo" como hasta la fecha. Poco más cabe añadir después de que la formación de Inés Arrimadas haya decidido hacer de muleta del gobierno socialista y enmendar la estrategia de Albert Rivera: Cs quiere rentabilizar sus escasos, pero decisivos, diputados, y Pedro Sánchez no le hace ascos a los mismos, pensando, seguramente, que le ocasionan menos problemas estos votos a la hora de explicarlos en Madrid que los 13 de Esquerra Republicana.

Ya expliqué en plena investidura de Sánchez, hace ahora medio año, que el entonces candidato a la reelección tenía muy claro su guión: quería una mayoría de investidura, no una mayoría para gobernar. Todo ello, consciente como era, de que una vez retuviera el cargo de presidente del Gobierno sería imposible que se conformara una mayoría parlamentaria para derribarle, como le pasó a Mariano Rajoy. Obtuvo los votos para la investidura y desde entonces, lo menos que se puede decir es que ha sido insensible con las necesidades de aquellos que le votaron. La pandemia de la covid-19 y la crisis económica han tenido un efecto acelerado en el tablero de alianzas de Sánchez y así se evidencia en el orden de prelación de encuentros a celebrar en la Moncloa.

No es una cosa menor el protocolo en la política ya que es la máxima expresión de por dónde van las coordenadas del poder y la influencia de cada uno. Sánchez ha enseñado sus cartas para que no haya dudas y entre elegir reunir la llamada mesa de diálogo entre el gobierno español y el catalán o reunirse con Ciudadanos ha escogido la segunda opción. No debe ser casualidad que en Moncloa nunca haya tiempo para abordar el conflicto catalán y siempre haya una excusa para demorar una reunión, no contestar las cartas del president Torra o sencillamente no cogerle el teléfono. Es posible que sí que se celebre esta reunión ya que el incumplimiento es tan flagrante y escandaloso que con un escenario electoral no muy alejado en el tiempo, una estrategia así no ayudaría. Pero si en la primera solo hubo humo, en esta segunda cita habrá más de lo mismo. Mejor condimentado, quizás, pero poca cosa más.

Entre otras cosas, porque tampoco falta tanto para que Europa coja la carpeta española y empiece a plantear recortes desagradables que serán de difícil digestión para Podemos. La portada del diario El País de este viernes ya hablaba de duros controles a España por las ayudas de la UE después de semanas de jugar a que el dinero llegaría a Madrid sin control alguno y culpaba de ello al PP europeo. Veremos cómo acaba todo. Pero habría que ir interiorizando que el dinero de Europa llegará tarde y de manera condicionada. No habrá para alegrías y los dircoms de la Moncloa ya encontrarán la palabra para explicar que no ha sido un rescate. Pero la realidad acaba siempre siendo muy tozuda y el informe de la OCDE deja poco margen para pensar otras cosas. Y cuando eso llegue, solo Arrimadas podrá estar allí cociéndose a fuego lento.