No deja de tener su guasa que un personaje que ha hecho de la mentira durante su trayectoria pública una de sus señas de identidad se atreva ahora a enarbolar la bandera para crear una especie de censura 2.0 que faculte la prohibición de determinadas informaciones. Según Josep Borrell, hoy encaramado al importante cargo de Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, es necesario que la UE se dote de "mecanismos para sancionar actores nocivos que desinformen". Interesante debate si no es que ya nace viciado de origen: sabemos muy bien quiénes desinforman, según Borrell, porque en su carrera política ha negado tantas veces cosas que eran evidentes o se ha inventado tantas cosas que debería ser más prudente a la hora de lanzarse a fondo por este camino. ¡Es que fue ministro de Felipe González con los GAL!  ¡Es que la CNMV le multó por información privilegiada en la venta de acciones de Abengoa de cuyo consejo formaba parte! Y así podríamos continuar.

Porque, claro, ¿qué medios cree Borrell que habría que cerrar? ¿Los que denunciaban que el GAL era una operación de estado para luchar contra ETA? ¿O los que estaban defendiendo al gobierno socialista y negando veracidad a estas informaciones? Abrir este melón conduce a pocos sitios cuando se puede acudir al juzgado de guardia correspondiente y poner una denuncia. Otra cosa es que lo que se busque sea algo más profundo y menos explicable a la opinión pública aprovechando que la invasión de Ucrania por parte de Vladímir Putin pasaba por allí. Porque esta es la primera gran guerra no muy lejos de nosotros en que el relato ya no se produce a través de unos pocos medios de papel sino en un mundo informativo repleto de diarios digitales y de nuevas plataformas de información llámense Facebook, Twitter, TikTok, Youtube, Whatsapp o tantas otras.

Ese mundo digital ya se le escapa de las manos a cualquier gobierno por poderoso que sea porque no hay fronteras suficientes para controlar toda la información que circula. Todo apunta a que el Parlamento Europeo acabará aprobando este informe y la UE se dotará de nuevos mecanismos en que bajo el paraguas de la verdad se podrá actuar contra las libertades. No hay ningún conflicto bélico en que no se den pasos hacia atrás en materia de libertades y este no iba a ser una excepción. El miedo tiene estas cosas, paraliza las protestas y hace que los gobiernos dispongan de un camino expedito y sin oposición ninguna a la hora de lograr sus objetivos.

La verdad de la información deja paso a la propaganda. Lo hemos visto, sin ir más lejos, con el quiebro de Estados Unidos con Venezuela. El malvado Maduro, como antes Hugo Chaves, ya no es un dictador al que le caían todas las sanciones de la comunidad internacional, una detrás de otra, sino el nuevo aliado de Joe Biden, una vez ha prohibido las importaciones de petróleo, gas natural y carbón procedentes de Rusia. La presencia de una delegación de alto nivel estadounidense el pasado fin de semana en Caracas y el tono con que Maduro se lo ha explicado por televisión a sus conciudadanos venezolanos deja bien claro que las tornas han cambiado. En pocos días el relato será otro y Juan Guaidó habrá pasado a ser en cuestión de horas de interlocutor de Occidente a un estorbo en el mapa de la geopolítica mundial. Pasamos de Rusia buena, Venezuela mala a Rusia mala, Venezuela buena. La política.