Una de las cosas que nos enseñó la primera ola de la pandemia del coronavirus es que no había decisiones mágicas que solucionaran el problema de la rápida extensión de los contagios y que, como se suele decir popularmente, no hay duros a cuatro pesetas. Estamos ya de lleno en la segunda ola y algo deberíamos haber aprendido de aquellos terribles meses que sentenciaron para mucho tiempo la imagen de España: se aplicaron drásticas medidas, algunas de ellas demasiado tarde y con los peores resultados, tanto desde el punto de vista sanitario como económico.

Mal que nos pese reconocerlo, nuestra clase política es a veces demasiado timorata en la toma de decisiones ya que teme que cualquier medida que adopte tenga un efecto boomerang en pocos días que acabe con el crédito ciudadano de que pueda gozar. El debate importado de Francia sobre el toque de queda tiene mucho de todo ello, incluido el debate semántico e histórico sobre lo que fue una medida así en el pasado cuando a lo mejor sería mucho más fácil hablar de prohibir la movilidad nocturna.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha reunido este jueves el Consejo Interterritorial de Salud en el que están presentes las comunidades autónomas para abordar la cuestión, justo en unos momentos en que varias gobiernos autonómicos como Valencia, Andalucía o Castilla-León ya han dicho que querían aplicar total o parcialmente el toque de queda en sus respectivos territorios. Lo acaba de implementar Francia en todo el país y también Grecia, parcialmente también Italia. Todos ellos con horarios diferentes pero con el mismo objetivo: prohibir la movilidad nocturna para destruir el canal de contagio que hay a aquellas horas. Repito: no hay una solución perfecta, sino una serie de medidas lo más equilibradas posibles para la salud y la economía.

Desde el primer momento y a la vista de las diferentes medidas a la carta que se van aplicando en Europa, el toque de queda me ha parecido la menos mala y la que hace días que habría tenido que liderar el Govern. Combinándola, eso sí, con la reapertura inmediata de bares y restaurantes no totalmente pero sí en una franja lo suficientemente amplia para no colapsar el sector. Algunos han propuesto una reapertura parcial entre las 06:00 y las 17:00 horas y parece más que razonable si no se quiere llevar a la destrucción miles de negocios y puestos de trabajo. No tiene lógica que el sector esté soportando sobre sus espaldas una crisis que es mucho más amplia, siempre que respeten, como mayoritariamente estaba haciendo, las medidas sanitarias que se le habían impuesto. Enquistarse en no dar el brazo a torcer, porque podría ser interpretado como que la decisión fue equivocada, es la peor de todas las respuestas en este momento. 

En resumen, se trata de salvar la mayor actividad económica posible durante el día con medidas de seguridad sanitarias reforzadas y concentrarse en una restricción nocturna total. Me consta que hay departamentos de la Generalitat que defienden hacerlo así y otros que apuestan por lo contrario, una situación que acostumbra a ser la antesala del bloqueo de cualquier decisión. Estaría bien que supiéramos las razones de unos y de otros ya que es mucho lo que hay en juego. Es un error también comparar el grado de satisfacción a la respuesta que hubo en la ola anterior con la actual ya que una parte importante de la sociedad está en una actitud diferente. Esto es así, nos parezca mejor o peor. No hay segundas partes iguales y la aproximación de la gente tampoco es la misma.