La cara: Pedro Sánchez ha sacado adelante una nueva prórroga del estado de alarma por el coronavirus en el Congreso de los Diputados, en una votación que horas antes era incierta. La cruz: Inés Arrimadas y Ciudadanos han entrado hasta la cocina y el gobierno definido como "el más de izquierdas de la historia de España" ha preferido recurrir antes a una fuerza política agónica de la derecha extrema que abrirse a gestionar con las autonomías el desescalamiento territorial. El resumen: el mando único camina firme y el presidente del Gobierno se encuentra más que cómodo defendiendo la centralización y por eso se permite expresiones como esta: "la Generalitat no puede cerrar Barcelona". Cosa que es verdad, ciertamente. Pero lo que calla es que si no hubiera estado de alarma, con la legislación general vigente, sí podría hacerlo como hizo con la Conca d'Òdena. Eso, sin embargo, se lo calla, no fuera el caso que la realidad te estropee un buen titular.

La votación de este miércoles en el Congreso es quizás la primera, al menos relevante, en que los tres partidos independentistas han votado lo mismo. No es, ni mucho menos, una unidad de acción, sino que las tres fuerzas, ERC, JxCat y CUP, han llegado a la misma conclusión por caminos muy diferentes. Sánchez debería analizar por qué  ha pasado si quiere revertir esta situación. No es normal que se comporte como si tuviera una mayoría absoluta de la que carece ya que en política todo el mundo tiene sus necesidades. Nadie da siempre y en todas las ocasiones sus votos gratis a cambio de nada o de promesas que se las lleva el viento. La gobernación y la estabilidad son conceptos que hay que llenar de realidades, de cosas tangibles. Es casi una lección de primero de Políticas. 

El rey de esta política, el PNV, votó un insólito sí con todo lo que había dicho Íñigo Urkullu y amarró a cambio una promesa del PSOE para que pueda celebrar en julio las elecciones autonómicas. El PNV, que ve venir una crisis económica muy importante, no quiere que los comicios se vayan a septiembre con el enorme enfado que puede haber después de un verano sin turismo y con escasas alegrías. Aunque no debe sorprender este movimiento de los nacionalistas vascos ya que su partida siempre es un trueque de "tú me das, yo te doy", es una lástima que el PNV haya primado exclusivamente sus propios intereses por encima incluso de la dignidad de la maltratada autonomía vasca.

Muchos, deslumbrados, no es una novedad, piensan que en tiempos como los presentes hay que ser mucho más prácticos y menos coherentes. Así, igual se siguen ganando elecciones en el País Vasco pero no creo que, después de lo que ha llovido, el modelo sea exportable.