Hace muchos años, cuando empezaba a viajar con una cierta regularidad semanal a Madrid, un dirigente político español que después formaría parte de varios consejos de ministros me definió de la siguiente manera las relaciones con Marruecos: "Te puedes enfadar, pero no olvidar nunca que ellos siempre tienen la sartén por el mango. Cuando más los irrites, más dinero te costará volver a la situación anterior, porque si quieren flexibilizar sus fronteras no les cuesta nada y tú tienes un problema humanitario de primera dimensión".

Sirva, en todo caso, esta anécdota para explicar unas relaciones que no son, ni muchos menos, de amistad sino de intereses entre vecinos muchas veces malavenidos. El Gobierno ha hecho bien en facilitar la hospitalización del líder del Frente Polisario Brahim Ghali en Logroño, pero las consecuencias políticas se tienen que medir y si es con Marruecos, aún más. Un conflicto migratorio y diplomático es, en estos momentos lo peor que le puede suceder en el campo de las relaciones exteriores. Y si el protagonista es el autodenominado gobierno más progresista de la historia deportando a buen ritmo miles de personas que han cruzado la frontera sean hombres, mujeres o, incluso, niños, es ciertamente desolador.

Por suerte lo ha llevado a cabo la dupla PSOE-Podemos, porque cualquier otro ejecutivo español no podría controlar las protestas que se estarían produciendo en muchas capitales ante algunas de las duras imágenes que hemos visto y que, una vez más, no dejan en buen lugar a España, o con las devoluciones en caliente de menores a Marruecos, sin ningún expediente judicial e incumpliendo la ley de extranjería en una actuación, además de ilegal, inhumana y que vulnera el derecho internacional. 

Militarizar Ceuta y expulsar a miles de migrantes es poner un parche al problema; no resolverlo. La nefasta política diplomática española no es solo sobre cómo controlar e impedir la internacionalización del proceso catalán. Esto es lo que más padecemos en Catalunya, ya que hay exiliados, presos políticos y unos 3.000 represaliados por causas judiciales diversas. Pero se extiende a todos los rincones donde hay intereses: la Unión Europea, Rusia, Estados Unidos o Sudamérica serían cuatro ejemplos que darían cada uno de ellos para más de un artículo.

Al final, no sale gratis tener en la Moncloa a un político como Sánchez, incapaz de tener una mirada ante ningún problema más allá de lo que diga una encuesta o de un apaño para los siguientes cinco minutos. Ese es realmente el problema. La incompetencia.