La arrolladora victoria de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones a la Asamblea de Madrid celebradas este martes es directamente proporcional al estruendoso batacazo que se ha propinado Pedro Sánchez, que, desde su pedestal del Palacio de la Moncloa, ha infligido a la izquierda una derrota de las que hacen pupa. El PP restablece su hegemonía en la derecha, enseña los dientes de una victoria importante, que ya no se puede descartar que no se produzca en España, y sitúa a Ayuso en la plataforma de despegue para aspirar a mayores cargos que el de presidenta de la Comunidad de Madrid.

Ayuso es la nueva esperanza del PP, replegando en su feudo gallego a Núñez Feijóo y repitiendo casi 30 años después la operación Aznar: a la derecha se la agrupa desde un partido fuerte y con un liderazgo con carácter. Capaz, incluso, de detener el crecimiento de Vox, que se queda, prácticamente, con los mismos escaños que hace dos años. El PP queda a tan pocos escaños de la mayoría absoluta que le bastará con la abstención de Vox en su investidura al reunir Ayuso más escaños que toda la izquierda junta.

No es Sánchez el único perdedor de los comicios. Comparte este dudoso honor, al menos, con Inés Arrimadas, que ha hecho de Ciudadanos un holograma político. En Catalunya perdió 30 escaños y veinte puntos el pasado 14 de febrero. En Madrid se ha dejado 26 diputados y ha convertido a la formación naranja en extraparlamentaria, con el 3% de los votos. A partir de ahora, el PP irá absorbiendo sus dirigentes en un goteo que no será muy largo.

Mención aparte merece el exvicepresidente Pablo Iglesias, que ha decidido dejar la política tras quedar Podemos como última fuerza parlamentaria. Su principal problema han sido dos: su cosecha electoral le sirve a la izquierda de bien poco y, sobre todo, el brillante resultado de Más Madrid —la escisión que realizó su segundo Íñigo Errejón—, que hace el sorpasso al PSOE como segunda fuerza, es de muy mala digestión.

La estratosférica victoria de Ayuso, una absoluta desconocida hace muy poco tiempo, pone en valor la importancia de la estrategia política frente a la política de las improvisaciones. Ayuso es un producto de laboratorio, pero es un buen producto de laboratorio para aquellos electores a los que se dirige. La derecha extrema, la derecha y el centro a los que gana con ideología y votantes de izquierda que hace suyos con fuertes dosis de populismo. La larga mano de MAR (Miguel Ángel Rodríguez), que ya rescató de Castilla-León a Aznar, ha repetido la jugada con Ayuso. La otra cara es la de Iván Redondo, artífice de un giro al centro del PSOE para absorber a Ciudadanos que ha sido un absoluto fracaso.

Si el independentismo catalán tuviera el más mínimo sentido del poder y la más mínima noción de cómo se revierte la situación política en la que el deep state ha colocado a Catalunya, con la complicidad imprescindible del PSOE, se plantaría esta misma mañana en el Palacio de la Moncloa y pondría encima de la mesa las condiciones para que pudiera contar con sus 23 diputados  en el Congreso de los Diputados. De no aceptarlo, condenarlo a perder una tras otra todas las votaciones en el Parlamento español. Porque lo que no se entiende es que teniendo la llave de la gobernación en España, con presos políticos que llevan más de tres años en la cárcel, con líderes en el exilio, casos judiciales que se van solapando unos a otros y con el Tribunal de Cuentas convertido en una verdadera guillotina del patrimonio de los que en el pasado fueron miembros del Govern, se siga perdiendo el tiempo. No deja de ser una lástima. Y, en política, las oportunidades se han de aprovechar todas. Repito, todas.