Decía este viernes el The New York Times desde la distancia que permite observar con luces largas la política que el resultado de las elecciones del pasado domingo en Catalunya suponía un revés para España y la Moncloa porque "esperaban que el independentismo se desvaneciera y en cambio está ganando terreno" y destacaba como dato significativo que había obtenido la mayoría de votos, el 51,7%, "un premio que les había sido arisco desde hace mucho tiempo". No puedo estar más de acuerdo con este análisis, que, dicho sea de paso, no hace la prensa de papel de Madrid ni la de aquí. Este 51,7% de los votos alcanzados y los 74 escaños de 135 que componen el Parlament debería ser el primer valor a preservar si se quiere realmente impactar en los medios internacionales Son estos resultados, también, los que están haciendo implosionar la política española y han reventado el gobierno entre PSOE y Podemos, donde se ha generado una vía de agua de tal dimensión que en Madrid se da por seguro que la actual inestabilidad acabará desembocando en unas nuevas elecciones generales en España el próximo otoño.

Ministros que no se hablan, vicepresidentes que se desautorizan, políticas claramente divergentes y, en el frontispicio, el debate sobre si España es una democracia plena en el que el PSOE va de la mano con Partido Popular, Ciudadanos y Vox mientras la parte del gobierno de Podemos habla de presos políticos y exiliados, define como fuga la marcha de Juan Carlos I, avala la comisión de investigación por corrupción y busca marcar perfil propio. Eso sí, en el Congreso, sus diputados -los de allá y los de aquí- se abstienen cuando se vota una iniciativa pidiendo un referéndum acordado. El último incidente grave ha sido a cuenta de las protestas en la calle tras la detención y encarcelación del rapero Pablo Hasél que ha sido cuando Sánchez nos ha vuelto a recordar que España era una democracia plena mientras un cantante entraba en prisión por la letra de sus canciones en un hecho insólito en la Europa a la que pertenecemos y que viola flagrantemente el derecho a la libertad de expresión. Hasél, también, como catalizador del malestar social y de la crisis económica.

Desconozco qué hará Sánchez con los indultos que tiene comprometidos a los presos políticos catalanes y que deberían haber llegado antes de final del pasado año, después en enero, más tarde en febrero y así sucesivamente. No contemplo que no cumpla su palabra siendo como es una cosa tan grave y que afecta a la libertad de los presos políticos. Pero con Sánchez nada es seguro al 100%. El equipo de Moncloa se ha puesto a trabajar en lo que es su gran escenario, una vez ya han hecho lo máximo posible por desestabilizar al independentismo y ahora tienen en formación sus 33 diputados a disposición, llegado el caso, de un gobierno que no sea de ERC y Junts. Dicen que no por activa y por pasiva los socialistas pero en política muchos noes acaban siendo síes tan solo con la palabra responsabilidad. Y el ex ministro Salvador Illa haciendo un último servicio, dicen en Madrid.

Con uno u otro gobierno, Sánchez quiere tirar millas. Coger a Podemos en su laberinto de partido de gobierno y de oposición, al PP en el explosivo juicio de Bárcenas, a Ciudadanos en la fase de desintegración por extinción y a Vox creciendo, un mal, en cualquier caso, que el PSOE ve como colateral de un resultado que le daría una legislatura de mayor tranquilidad que la actual. En definitiva, coger a cada uno con sus problemas mientras ellos recomponen su minoría actual por otra acercándose a la mayoría absoluta.